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IL POSTINO

IL POSTINO

domingo, 23 de marzo de 2008

DUDA CARTESIANA , Sosias , Dostoievski

Ése era otro señor Goliadkin, enteramente diferente y, sin embargo, enteramente idéntico al primero, de la misma altura, del mismo talle, vestido del mismo modo, con la misma calvicie. En suma, nada, absolutamente nada, faltaba para una semejanza completa, de tal modo que si los colocasen uno junto a otro nadie, absolutamente nadie, se hubiese comprometido a decir cuál era el auténtico Goliadkín y cuál el falso, cuál el viejo y cuál el nuevo, cuál el original y cual la copia... Nuestro héroe, sí cabe la comparación, se parecía a un hombre sobre el cual, por vía de diversión, un bromista ha enfocado una lente cóncava. «¿Qué es esto? ¿Es sueño o no? -pensaba-. ¿Es algo real o continuación de lo de ayer? ¿Pero cómo puede ser? ¿Con qué derecho se hace esto? ¿Quién ha admitido a este empleado? ¿Quién lo ha autorizado? ¿Estoy dormido? ¿Estoy soñando?» El señor Goliadkín probó a pellizcarse y hasta pensó en pellizcar a alguien más... No. No era sueño, y sanseacabó. Sentía que el sudor le brotaba copiosamente, que

lo que le pasaba era algo sin precedentes,
algo hasta allí nunca visto y, por ello mismo, vergonzoso, para colmo de su infortunio, pues se hacía perfecto cargo del perjuicio que suponía ser el primer ejemplo de tamaña bufonada. Llegó, por fin,
a dudar de su propia existencia,
y aunque antes estaba dispuesto a todo con tal de despejar sus dudas fuese como fuese, en la índole misma del caso iba, por supuesto, anexo un elemento de sorpresa. La congoja le agobiaba, le torturaba. A veces perdía el discernimiento y le fallaba la memoria. Al volver en su acuerdo tras un momento así notó que su pluma corría maquinal e inconscientemente sobre el papel. Sin fiarse de sí mismo leyó lo que había escrito.., y no entendió nada. Finalmente, el otro señor Goliadkin, que en el ínterin continuaba sentado tranquila y decorosamente, se levantó y desapareció por la puerta de otra sección para atender a algún trámite. El señor Goliadkin echó un vistazo a su alrededor. Nada. Todo estaba en calma. Lo único que se oía era el garrapatear de las plumas sobre el papel, el crujido de las hojas al ser repasadas y el runrún de las conversaciones en rincones algo apartados de donde estaba Andrei Filippovich.

sábado, 22 de marzo de 2008

ASADO A FUEGO LENTO , Sosias , Dostoievski

El señor Goliadkin levantó al cabo la vista y si no se desmayó fue sólo porque lo había presentido todo desde el primer instante, porque había sido advertido de antemano, porque en su corazón había adivinado quién era el recién venido. El primer movimiento del señor Goliadkin fue lanzar una rápida ojeada en torno para ver si alguien estaba cuchicheando, o contaba algún chiste oficinesco sobre el caso, o hacía una mueca de sorpresa, o si, por último, alguien, presa de espanto, se había desplomado bajo su pupitre. Pero con grandísimo asombro suyo nada de ello se produjo. El comportamiento de sus camaradas y colegas le sorprendió. Parecía rebasar las lindes del buen juicio. El señor Goliadkin llegó a asustarse de tan insólito mutismo.

La realidad hablaba por sí misma:

era un caso extraño,

era un caso feo,

era un caso absurdo.

¡ Bien había de qué alterarse !

Todo esto, por de contado, pasaba sólo fugazmente por el caletre del señor Goliadkin, quien se sentía como si estuvieran

asándolo a fuego lento.
Y no sin razón.
Quien ahora estaba sentado enfrente del señor Goliadkin

era el terror del señor Goliadkin,

la vergüenza del señor Goliadkin,

su pesadilla de la víspera,

en una palabra, era el propio señor Goliadkin.

HASTA CON UN DESASTRE , Sosias , Dostoievski

La inquietud y la ignorancia de una cosa que tan de cerca le atañía le acongojaba más que la cosa misma. Y he ahí por qué, a despecho de la promesa que se había hecho de no mezclarse en nada, fuera lo que fuese, y de apartarse de todo, fuera lo que fuese, alzaba la cabeza de vez en cuando, a hurtadillas, y miraba furtivamente las caras de sus compañeros, a derecha e izquierda, tratando de inferir por ellas si había algo nuevo, algo especial que tuviera que ver con él y que por algún motivo inconfesable procuraban ocultarle. Sospechaba que había un nexo inequívoco entre lo acontecido la noche antes y lo que en ese momento le rodeaba. Por último, en su angustia empezó a desear que todo se resolviera cuanto antes, como Dios quisiera,

hasta con un desastre...,

¡no importaba!
El destino vino a secundar su anhelo. No bien hubo formulado su deseo cuando quedaron despejadas sus dudas. Ahora bien, del modo más extraño e insospechado...

FEBRIL PESADILLA , Sosias , Dostoievski

A las ocho en punto del día siguiente el señor Goliadkin se despertó en su propia cama. Al momento, y en todo su horrible alcance,

reaparecieron en su imaginación y memoria

los insólitos acontecimientos de la víspera

y de toda esa noche inverosímil, frenética,

con sus lances punto menos que imposibles.
La cruel y diabólica malicia de sus enemigos y, en particular, la evidencia final de esa malicia le helaron el corazón. Por añadidura, todo había sido ´
tan extraño,

tan incomprensible

y absurdo

que, en efecto,

resultaba difícil darle crédito.
El señor Goliadkin no hubiera tenido empacho en considerarlo como
febril pesadilla,
como
momentáneo trastorno de la fantasía,
como
ofuscación del entendimiento,

si afortunadamente no hubiera sabido, por su amarga experiencia de la vida, los extremos a que puede la malicia empujar a un hombre, hasta dónde puede llegar a veces la furia de un enemigo empeñado en vengar su honor o su amor propio. Como si ello no bastara, los doloridos miembros del señor Goliadkin, su aturdida cabeza, su molida cintura, su maligno resfriado, atestiguaban y confirmaban de sobra la realidad de esa carrera nocturna y, en parte también, lo demás que ocurrió durante ella. Y finalmente el señor Goliadkin sabía desde hacía largo tiempo que se tramaba algo contra él y que en la conjura andaba otra persona. Pero, bueno, ¿y qué? Después de pensarlo debidamente resolvió no decir nada, resignarse y reservar su protesta hasta el momento oportuno.

IDÉNTICOS , Sosias , Dostoievski

El señor Goliadkin estuvo a punto de alcanzarlo. Dos o tres veces le rozó la nariz el borde del gabán del desconocido. De pronto se le cayó el alma a los pies. El misterioso personaje se detuvo frente a la puerta misma del apartamento del señor Goliadkin, llamó con los nudillos y (lo que en otra ocasión hubiera sorprendido al señor Goliadkin) Petrushka, como si hubiera estado esperando sin acostarse, abrió al punto la puerta y con una bujía en la mano alumbró la entrada del desconocido. Fuera de sí, nuestro héroe entró corriendo en su domicilio. Sin despojarse del gabán y el sombrero siguió por el corto pasillo y se detuvo, como alcanzado por un rayo, en el umbral de su habitación. Todos los presentimientos del señor Goliadkin se habían cumplido. Todo lo que temía y sospechaba se había trocado en realidad. Se le cortó el aliento y sintió un mareo. El desconocido estaba sentado en su propia cama, sin quitarse el gabán y el sombrero; y con una ligera sonrisa, frunciendo levemente el entrecejo, le dirigía un amistoso movimiento de cabeza. El señor Goliadkin quiso gritar, pero no pudo; protestar de alguna manera, pero le fallaron las fuerzas. Se le erizó el cabello y

se desplomó exánime del horror que sentía.
¿Y cómo no?
El señor Goliadkin
había reconocido enteramente a su amigo nocturno.

Su amigo nocturno no era otro que él mismo,

el propio señor Goliadkin,

otro señor Goliadkin,

pero

absolutamente idéntico a él...
En una palabra,
su doble...

COMO LA LAPA , Sosias , Dostoievski

El señor Goliadkin presentía, sabía, estaba absolutamente seguro, de que algo maligno le sobrevendría en el camino, de que un nuevo infortunio descargaría sobre él, por ejemplo, que volvería a tropezar con su desconocido. Pero, por extraño que parezca, él mismo deseaba ese encuentro, lo juzgaba inevitable, e imploraba sólo que todo acabara cuanto antes, que su situación se resolviese de algún modo, con tal que, repetimos, fuera lo más pronto posible. Y entre tanto seguía corriendo, como empujado por una fuerza ajena, puesto que su cuerpo sólo albergaba debilidad y embotamiento. No podía pensar en nada, aunque su mente, como la lapa, se agarraba a todo.

CONOCÍA SU NOMBRE , Sosias , Dostoievski

Más aún, el señor Goliadkin conocía plenamente a ese hombre, sabía incluso cómo se llamaba, cuál era su apellido. Y, sin embargo, para decirlo una vez más, no hubiera pronunciado su nombre por todo el oro del mundo ni hubiera confesado que se llamaba así, que tal era su patronímico y tal su apellido. No puedo decir si el aturdimiento del señor Goliadkin duró poco o mucho, ni cuánto tiempo permaneció sentado al borde de la acera, pero al fin se repuso un tanto y echó a correr cuanto le permitían sus piernas, sin mirar atrás. Iba jadeante, casi desalentado. Tropezó un par de veces y a punto estuvo de caer, y una de esas veces el otro chanclo del señor Goliadkin se despidió de su correspondiente bota. Finalmente el señor Goliadkin acortó un poco el paso para tomar aliento, echó una ojeada fugaz a su alrededor y vio que, sin advertirlo, había recorrido su camino habitual a lo largo de la Fontanka, cruzado el puente Anichkov, seguido un trozo del Nevski Prospekt, y que estaba ahora en la esquina de la calle Liteinaya. Su estado en ese momento era análogo al de un hombre que

se halla al borde de un horrible precipicio

cuando la tierra se desmorona bajo sus pies,

tiembla, se mueve, oscila por última vez y se hunde,
arrastrándolo, en el abismo, mientras el cuitado carece de bríos o fuerza de voluntad para dar un salto atrás, para desviar los ojos de la sima voraz.
El abismo lo llama
y él mismo acaba por lanzarse en él,
ansioso de apresurar su fin.

COMPAÑERO NOCTÁMBULO , Sosias , Dostoievski

El señor Goliadkin pudo al fin ver con claridad a

su nuevo compañero noctámbulo
y lanzó
una exclamación de asombro y horror.
Le flaquearon las piernas. Era el mismo transeúnte junto al cual había pasado diez minutos antes, que ahora reaparecía inopinadamente. Pero no fue sólo ese portento lo que maravilló al señor Goliadkin, y tan maravillado estaba que hizo alto, lanzó un chillido e intentó decir algo. Echó a correr tras el desconocido, gritándole algo, con la probable intención de detenerlo lo antes posible. El desconocido se detuvo, en efecto, a unos diez pasos del señor Goliadkin, donde la luz de un farol alumbraba toda su figura, dio la vuelta para encararse con él y, con inquietud e impaciencia, esperó a ver qué decía. -Perdón. Quizá me he equivocado -dijo nuestro héroe con voz trémula. El desconocido le volvió la espalda irritado y a toda prisa reemprendió la marcha como afanoso de recuperar los dos segundos que había perdido con el señor Goliadkin. En cuanto a éste, le temblaba el cuerpo entero, se le doblaban las piernas, se desmadejaba todo él, y con un gemido se sentó en el borde de la acera. Pero, bien mirado, tenía
motivo bastante de trastorno,
pues creyó que
el desconocido le era de algún modo familiar.
Esto, en sí, no tenía nada de particular. Ahora bien,
conocía a ese hombre,

estaba casi seguro de conocerlo.

Lo había visto a menudo, incluso hacía poco.

¿Pero dónde?

¿El día antes?
Lo importante, sin embargo, no era tampoco haberlo visto a menudo. En ese hombre nada llamaba la atención a primera vista. Era un hombre como otro cualquiera, un hombre, por supuesto, respetable como lo son todos los hombres respetables, y hasta quizá con algunas buenas cualidades. En suma, un hombre que iba por su camino. El señor Goliadkin
no sentía odio hacia ese hombre

no sentía inquina hacia ese hombre,

no sentía la más mínima antipatía hacia ese hombre;
antes bien, todo lo contrario. Y, sin embargo -y esto sí era lo principal-,
no hubiera querido encontrarse con él
ni por todo el oro del mundo
y, en particular, encontrarse con él en circunstancias como las actuales.

CORRE GOLIADKIN CORRE , Sosias , Dostoievski

Si ahora un observador externo e imparcial echase un vistazo al señor Goliadkin y viese su atormentada fuga, comprendería al punto el espantoso horror de sus infortunios y diría sin más que tenía el aspecto de un hombre que

quería escaparse y esconderse de sí mismo.

Sí, eso precisamente.
Más aún, ahora el señor Goliadkin no sólo deseaba escapar de sí mismo, sino
destruirse por completo,

dejar de ser,

convertirse en polvo.
En ese momento no tenía noción alguna de lo que le rodeaba, no entendía nada de lo que a su alrededor sucedía (....) En momentos tales
se esfumaba, dejaba de existir.
Luego
arrancaba otra vez

como enloquecido

y corría, corría desalentado,

como si se viese perseguido

y quisiese escapar
a todo trance de una calamidad todavía mayor... Era horrible, en efecto, su situación...

ANIQUILADO, Sosias, Dostoievski

(....) el señor Goliadkin, fuera de sí, corrió al muelle de la Fontanka, junto al puente Izmailovski,

para zafarse de los enemigos que le perseguían,

para zafarse de los insultos que en aluvión caían sobre él,

para zafarse de los gritos de alarma de las viejas,

para zafarse de los lamentos y suspiros de otras mujeres

y para zafarse de las miradas aplastantes de Andrei Filippovich.

Había quedado aniquilado
en el pleno sentido de la palabra, y si aún podía correr era sólo por un milagro en que él mismo se negaba a creer.

PÁJARO HACIA CAZADOR , Sosias , Dostoievski

Mi regla, señores, es que si fallo la primera vez hago de tripas corazón, y si tengo éxito aguanto cuanto puedo. En todo caso, no echo la zancadilla a nadie. No soy intrigante, de lo cual me enorgullezco. No sirvo para diplomático. Dicen, señores, que es el pájaro el que vuela hacia el cazador. Eso es verdad. De acuerdo. Pero

¿quién es aquí el cazador y quién el pájaro?
Ahí tienen otra pregunta.

PARANOIA GALOPANTE , Sosias , Dostoievski

(....) Lo único que le pregunto, Krestyan Ivanovich, es cómo se vengaría usted de un enemigo, de su peor enemigo, o de quien juzgase usted como tal -concluyó el señor Goliadkin, mirando provocativamente a Krestyan Ivanovich.

(....) -Tengo enemigos, Krestyan Ivanovich, tengo enemigos. Tengo enemigos mortales que han jurado destruirme... -repuso el señor Goliadkin en un murmullo de pavor.

-¡Basta, basta! ¡Qué enemigos ni qué niño muerto! ¡No hay por qué pensar en enemigos! ¡No hace la maldita falta! Siéntese, siéntese -prosiguió Krestyan Ivanovich, logrando por fin que el señor Goliadkin tomara asiento en el sillón.

EL NO SOY YO , Sosias , Dostoievski

« ¿Le saludo o no? ¿Respondo de algún modo o no?

¿Admito que soy yo o no? -

pensaba nuestro héroe con indecible angustia-.


¿O finjo que no soy yo,

sino alguien que se me parece muchísimo,


y hago como si nada hubiese pasado?


En fin,


que no soy yo,


que sencillamente no soy yo,


y basta -dijo el señor Goliadkin quitándose el sombrero ante Andrei Filippovich y sin apartar de él los ojos-.


¡Que no soy yo


-murmuraba con esfuerzo-,

que no soy yo,


que no, señor, no soy yo,


eso es todo!»


(....) frunció el ceño y lanzó una mirada terrorífica y retadora al rincón opuesto del carruaje, destinada a pulverizar instantáneamente a todos sus enemigos.

ALBOROTADOS SUEÑOS, Sosias, Dostoievski

Durante unos instantes, sin embargo, permaneció inmóvil en la cama como si no estuviese aún seguro de estar despierto o de seguir durmiendo, de si lo que acontecía en torno suyo era, en efecto, parte de la realidad o sólo prolongación de sus alborotados sueños.

Crimen Pasional.

El crimen no procede de la razón, sino de la pasión.

El amor más verdadero es la benevolencia más verdadera;
el amor adquiere una paciencia infinita de su gran exceso de sufrimiento,
el amor se contenta con sumergir su egoísmo en la idea del objeto amado.

¿ Qué es el amor ?

El apasionado se sumerge en su pasión y no conoce de razón alguna.

lunes, 17 de marzo de 2008

LA POCIÓN DE CIRCE

Entre la multitud de mujeres licenciosas he encontrado una especie que la iguala, sino la supera, en la diestra administración de la poción de Circe.

Una mujer de esta clase tiene maneras y habilidades provocativas, es una sirena fatalmente atractiva para los jóvenes:

"Su propio sentido común la ha protegido suficientemente de todos los prejuicios mezquinos y vulgares y, sin el repugnante descaro de una prostituta, ha adquirido la libertad fácil de la cortesana, que obtiene del joven disoluto diez veces más que la estúpida timidez de algunas mujeres recatadas"

PIEDRAS: Agentes de sus Trayectorias.

"Nos preguntamos quién, loco o no, puede hacer gala de ese dominio estoico, allí dónde, sujetos del inconciente, no somos sino esas piedras que sólo una ilusión yoica nos hace creer agentes de sus trayectorias."

Jean Allouch: "la pasión (pathos griego que marca el primer momento de esa enfermedad) sería como una piedra que el sujeto-amo sostiene en su mano un instante; basta con que la arroje para que ella siga su trayectoria, sin que de allí en adelante pueda hacer absolutamente nada"

VOCES DE BABEL

Memorias de Daniel Paul Schreber: El enfermo relata

el infierno de las Voces que le hablan,

desde el exterior y sin interrupción,

y le imponen asimismo la compulsión a pensar.
"Me fue restringido el no pensar en nada...los rayos querían siempre saber ¿en qué piensa usted ahora?. Me fue necesario refugiarme en un sistema de adulteración de los pensamientos... Me veía obligado a completar frases ... también a soportar una aterradora repetición monótona de frases iguales...Se habían agregado miles de nombres de almas difuntas con motivos nacionales y religiosos: el padre jesuita S. de Dresde; el administrador arzobispal de Praga; los cardenales Rampolla, Galimberti y Casati; el propio Papa. En una oportunidad doscientos cuarenta monjes benedictinos se alojaron dentro de mi cabeza para encontrar allí su aniquilación. También algunos parientes... Todas estas almas hablaban en mí como Voces, sin saber cada una la presencia de las otras, en una verdadera Babel."

sábado, 15 de marzo de 2008

¿QUÉ PUEDO HACER? ¡ NADA ! , ¿Él? Maupassant

Sí;

por mucho que razono,

por más que me lo explico,

no puedo estar solo en mi casa.


Él no se aparece,
pero me domina. No vuelve. Todo acabó. Pero sufro como si volviera. Invisible para mis ojos, ahora se clava en mi pensamiento.

Lo adivino detrás de las puertas,

lo adivino dentro del armario,

lo adivino debajo de la cama,

lo adivino en todos los rincones,

lo adivino en cada sombra,

lo adivino entre la oscuridad...

Si me acerco a la puerta,

si abro el armario,

si miro debajo de la cama,

si aproximo una luz a los rincones,

huye con la oscuridad:

nunca se presenta.


Quedo convencido, no se presenta, no existe, y, sin embargo, me obsesiona.

Es imbécil y horrible.

¿ QUÉ PUEDO HACER ?

¡ NADA !


Si alguien estuviera conmigo, él no me turbaría.

Turba mi soledad;

le temo,

porque la soledad me acongoja.

ME OBSESIONO, ME ACOBARDO , ¿Él? Maupassant

Sin embargo,

temo, y me obsesiono.
"Un brazo colgaba fuera del sillón y tenía las piernas una sobre otra".
¡Basta!

¡Basta!

¡Es insufrible!

¡ No quiero pensar

y no se aparta de mi pensamiento !

¿Qué significa esa obsesión?

¿Por qué persiste?
¡Veo sus pies junto al fuego!
Me acobardo;

es una locura;

pero el caso es que me acobardo.

¿ Quién es ?

¡Ya sé que no existe,

ya sé que no es nadie!

Sólo existe como

imagen de mi angustia,

imagen de mi desasosiego,

imagen de mis temores.

¡ Basta, basta !

RUIDOS IMAGINARIOS , ¿Él? Maupassant

-¡Ah!... ¡Qué gusto! ¡Qué alegría! ¡Qué fortuna! Iba de un lado a otro, decidido; pero no estaba satisfecho; de pronto, volvía la cabeza, sobresaltado; cualquier sombra me hacía temer. Dormí poco y mal, despertándome con frecuencia ruidos imaginarios.

Pero no lo ví;

no apareció.
Desde aquel día,
todas las noches el miedo me acosa.

Lo adivino cerca de mí,

lo adivino detrás de mí.

No se presenta,

pero me hace temer.
Y ¿por qué temo,
si no ignoro que fue alucinación,
que no existe, que no es nada?

MI CEREBRO ATONTADO , ¿Él? Maupassant

Al amanecer, la claridad me tranquilizó y dormí sosegado hasta el mediodía. Todo había concluido.

Fue una fiebre,

una pesadilla,

¿quién sabe?

Sin duda estuve algo enfermo.

Sólo sentí al despertar

mi cerebro atontado.

Pasé alegremente aquel día; comí en el restaurante; fui al teatro; luego, me dispuse a retirarme. Pero, camino de mi casa,

una inquietud angustiosa

me sobrecogió.



Temí encontrarlo;
no porque me infundiera miedo verlo, no porque imaginara real su presencia;
temía sentir de nuevo el extravío de mis ojos,

mi alucinación,

miedo al espanto sin causa.


Durante más de una hora estuve arriba y abajo por mi calle hasta que,
//////juzgando imbécil mi temor,//////

entré al fin en casa.

Iba temblando

hasta el punto de que me fue difícil subir la escalera.


Estuve diez minutos en el descansillo, hasta que tuve un momento de serenidad y abrí. Entré con una bujía en la mano, di un puntapié a la puerta de mi alcoba,

y mirando ansiosamente

hacia la chimenea,

no vi a nadie.

HOY TEN MIEDO DE MÍ, Fernando Delgadillo

Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido
Procura tener a la mano un amigo
Que cuide tu frente y tu voz
Y que cuide de ti, para ti tus vestidos
Y a tus pensamientos mantenlos atentos
Y a mano tu amigo


La importancia de verte
Morderte los labios
De preocupación
Es hoy tan necesaria
Como verte siempre
Como andar siguiéndote con la cabeza
En la imaginación
Porque ¿sabes? y si no lo sabes no importa


Yo sé lo que siento, yo sé lo que cortan
Después unos labios
Esos labios rojos y afilados
Y estos puños que tiemblan de rabia
Cuando estás contenta
Que tiemblan de muerte
Si alguien se te acercara a tí


Hoy procura que aquella ventana
Que mira a la calle en tu cuarto se tenga cerrada
Porque no vaya ser yo el viento de la noche
Y te mida y recorra la piel con mi aliento
Y hasta te acaricie y te deje dormir
Y me meta en tu pecho y me vuelva a salir
Y respires de mí
O me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos
Y todo por no hacerme un poco de caso
Ten miedo de mayo Y ten miedo de mí


Porque no vaya a ser que cansado de verte
Me meta en tus brazos para poseerte
Y te arranque las ropas y te bese los pies
Y te llame mi diosa y no pueda mirarte
De frente y te diga llorando después
Por favor tenme miedo
Tiembla mucho de miedo mujer
Porque no puede ser

LA SEGURIDAD DE LA VIDA, Pavlov

LOS SÍNTOMAS DEL MIEDO

están conectados, asociados

con LA SEGURIDAD DE LA VIDA,

por la ley de los Reflejos Condicionados.

Quel triste jeu de hasard

que le jeu de la vie humaine

CREÍ VOLVERME LOCO, ¿Él? Maupassant

Encendí la bujía, y al acercar la mano al fuego, sacudióla un temblor, y me incorporé rápidamente, como si alguien me hubiera tocado por la espalda.

Sentía inquietud...

Anduve de una parte a otra,

diciendo algunas frases, para oírme;

canté a media voz.



Luego cerré la puerta con llave, y esto me tranquilizó algo. Nadie podía entrar por sorpresa.

Sentado, reflexioné las circunstancias de mi aventura; después me fui a la cama y apagué la luz. Al principio nada hubo de particular. Estuve tumbado tranquilamente. Luego sentí ansia de mirar en torno y me apoyé sobre un costado.

En la chimenea sólo había ya dos o tres brasas; lo suficiente para permitirme ver con sus difusos reflejos las patas del sillón, y
me pareció que había vuelto a sentarse un hombre.

Encendí una cerilla con rapidez. Me había equivocado.
No vi a nadie.

Sin embargo, me levanté, arrastrando el sillón hasta la cabecera de mi cama.

Volviendo a quedarme a oscuras, procuré descansar. Acababa de dormirme cuando se me apareció, en sueños, pero tan claro como si lo viera en realidad, el hombre sentado junto a la chimenea. Despertando con angustia, encendí la luz, y me quedé sentado en la cama sin atreverme a cerrar los ojos.


Dos veces me venció el sueño, a mi pesar; dos veces el fenómeno se reprodujo.


Creí volverme loco.


.
.

ALUCINACION, ERA SEGURO , ¿Él? Maupassant

Siempre que salgo de casa, doy las dos vueltas a la llave. Me sorprendió que sólo estaba echado el picaporte, y supuse que habría entrado el portero para dejarme alguna carta sobre la mesa.

Entré. Aún estaba encendida la chimenea; los resplandores del fuego esparcían alguna claridad por la estancia. Acerqueme para encender una luz y vi a un hombre que, sentado en mi sillón, se calentaba los pies, mostrándome la espalda. No sentí miedo. ¡Ah, ni la más insignificante zozobra! Una suposición muy verosímil cruzó mi pensamiento; supuse que alguno de mis amigos fue a verme, y el portero lo hizo entrar para que me aguardara. Y de pronto recordé su prontitud en abrirme la puerta de la calle y la circunstancia de hallarme la de mi cuarto cerrada sólo con picaporte.

Mi amigo dormía profundamente. Un brazo colgaba fuera del sillón y tenía las piernas una sobre otra. Su cabeza, inclinándose, indicaba un sueño tranquilo. Entonces me pregunté:


"¿Quién será?".




Y cuando puse la mano en su hombro..., el sillón estaba ya vacío.


No vi a nadie.

¡Qué sobresalto! ¡Misericordia!



Retrocedí, como si un peligro espantoso me amenazara.

Luego, dando media vuelta en redondo, cercioreme de que tampoco había nadie a mi espalda. Un ansia irresistible me arrastró hacia el sillón vacío. Y estuve en pie, angustioso, jadeante, horrorizado, a punto de caer al suelo, desvanecido.


Pero soy hombre sereno y pronto recobré mi sangre fría. Me dije:


"Acabo de padecer una desagradable alucinación.

Todo se reduce a eso".


Y reflexioné inmediatamente acerca de semejante fenómeno. El pensamiento vuela en tales circunstancias.

Que todo fue alucinación, era seguro.


Pero mi espíritu no se había turbado, mi juicio funcionaba mientras sufría natural y lógicamente;

luego no hubo desarreglo cerebral.


Solamente se habían engañado mis ojos, y su engaño fue origen del error mental. Habían padecido los ojos un extravío, una de las aberraciones visuales que parecen milagrosas a las gentes incultas. Era un poco de congestión, acaso.

.
.

¡ MIEDO DE MI MISMO ! , ¿Él? Maupassant

Y a pesar de todo..., ¡claro!..., a pesar de todo,


tengo miedo...,


¡miedo de mí mismo!...


Tengo miedo al miedo;


me infunden miedo las perturbaciones de mi espíritu.


Me asusta la horrible sensación

del terror incomprensible.


Ríete de mí si te place. Sufro sin remedio. Me hacen temer las paredes, los muebles, los objetos más triviales que se animan contra mí. Sobre todo, temo los extravíos de mi razón, que se confunde y desfallece acosada por una indescifrable y tenue angustia.

Comienzo por sentir una vaga inquietud que atormenta mi alma y al fin me produce un escalofrío. Vuelvo la vista en torno y no descubro nada que pueda causarme terror. Yo quisiera encontrar algo que lo motivase.


¿ QUÉ ?




Algo sensible, corpóreo. Pero ¡ay!, lo que más aumenta mi terror es que no hallo su causa.

Si hablo, mi voz me asusta. Si paseo por la estancia, temo tropezar con lo desconocido que se oculta detrás de la puerta, entre la cortina, en el armario, bajo la cama. Y, sin embargo, tengo la certeza de que mi temor es infundado.

Doy media vuelta con brusquedad, temeroso de lo que tengo a la espalda. Y estoy seguro de que no hay nada temible.

Me agito; mi espanto aumenta; cierro con llave mi habitación. Me hundo entre las ropas de mi lecho, haciéndome un caracol; cierro los ojos obstinadamente y permanezco en semejante postura un tiempo indefinido; reflexionando que la bujía sigue ardiendo y que será indispensable apagarla. Ni siquiera me atrevo a moverme. ¿No es horrible vivir así? Antes, no me preocupaban esas cosas.

Entraba en mi habitación tranquilamente.

Iba y venía sin que nada turbase mi serenidad.

¡No me hubiera reído poco si alguien me pronosticara que una dolencia de miedo inverosímil, estúpido y terrible me sobrecogería con el tiempo!

Entonces no me asustaba poco ni mucho abrir las puertas en la oscuridad, ni acostarme tranquilamente sin echar los cerrojos, y nunca tuve que levantarme a medianoche para convencerme de que todas las aberturas de mi cuarto estaban herméticamente cerradas.

Mi dolencia lastimosa dio comienzo hace un año de un modo especial.

viernes, 14 de marzo de 2008

GRAFOGRAFO, Salvador Elizondo

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

“Traté de que sepan que existí”.

jueves, 13 de marzo de 2008

El Suicidio , Emile Durkheim , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

10 DE SEPTIEMBRE
¿Muerto? ¿Será posible? Su cuerpo, aquel cuerpo que la luz atravesaba ... ¿Podía destruirse por los mismos medios que el nuestro?

¿Y si no había muerto?


Entonces, solo el tiempo puede ejercer su poder sobre el Ser Invisible y Formidable. ¿Era de temer que este cuerpo transparente, desconocido, este cuerpo de Espíritu, estuviese sujeto también a las enfermedades, a las heridas, a los males que nos afligen a los demás, a la destrucción prematura en fin?

¿La destrucción prematura?


¡Todo el miedo de la humanidad es producido por ella!


Después del hombre, ¡el Horla! Después del que puede morir cualquier día, a cualquier hora, a cualquier minuto, por un accidente imprevisto, ha llegado el que no debe morir más que en su día, a su hora, en su minuto, alcanzar el límite de su existencia.

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna,

¡no ha muerto!


¡Entonces si él no ha perecido

será preciso que yo me suicide!


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Wilder Napalm , Debra Winger , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

10 DE SEPTIEMBRE
De pronto noté su presencia y sentí una alegría feroz. Me levanté con negligencia y comencé a dar paseos arriba y abajo un buen rato para que no sospechase nada. Después me quité las botas y me calcé unas zapatillas distraídamente; luego cerré mis persianas de hierro y dirigiéndome con paso tranquilo hacia la puerta, la cerré con doble vuelta. Volviendo otra vez a la ventana, reforzéla con un candado, del cual, me guardé la llave en el bolsillo. De repente, comprendí que se agitaba a mi alrededor, que a su vez tenía miedo de mí y me ordenaba que le abriese. Fingí ceder, pero en vez de hacerlo, me arrimé a la puerta y entreabriéndola, salí de espaldas y, gracias a mi estatura la obstruí casi por completo.

¡Estaba seguro que no había podido escaparse

y allí lo encerré, solo, completamente solo!


¡Qué alegría! ¡Estaba en mi poder! Entonces bajé corriendo; cogí del salón que había bajo mi habitación las dos lámparas y derramé todo el petróleo sobre los tapices, sobre los muebles, por todas partes; una vez hecho esto les prendí fuego y me puse a salvo, después de haber cerrado con doble vuelta la gran puerta de entrada. Y fui a ocultarme en el fondo de mi jardín, tras un macizo de laureles.

¡Qué largo me parecía el tiempo!

Todo era oscuridad, quietud y silencio;

no se percibía ni un gemido del aire


y ni una estrella se divisaba a través de las enormes montañas de nubes, que yo adivinaba sin verlas, porque me parecía que gravitaban sobre mi alma con todo su peso inmenso ... infinito. Miraba a mi casa y esperaba.

¡Qué eternos se me hacían los minutos!


Creía ya que el fuego se había extinguido por sí solo o que Ël había logrado apagarlo, cuando una de las ventanas del piso bajo cayó hecha astillas, impulsada por el voraz elemento y una llama, una gran llama roja y amarilla, larga, blanda, acariciadora, subió besando el muro, a lo largo, hasta rebasar el techo. Una luz pavorosa se reflejó en los árboles, en las ramas, en las hojas y algo así como

un estremecimiento de miedo,

un temblor insólito,

se apoderó de todo cuanto me rodeaba.


Los pájaros se despertaban, los perros aullaban; parecía que iba a amanecer. Otras dos ventanas estallaron del mismo modo en seguida y, un segundo después, toda la planta baja no era más que un espantoso brasero. Pero un grito, un grito horrible, más agudo ... desgarrador, un grito de mujer, rompió el silencio de la noche, al mismo tiempo que el techo se hundía.

¡Había olvidado a mis criados!


Yo vi sus caras demudadas, enloquecidas y sus brazos agitándose convulsivamente ... Entonces, Ioco de terror, echo a correr hacia la ciudad, gritando: ¡Socorro ... socorro! ¡Fuego ... fuego! Encontré gente que acudía al lugar del siniestro y me uní a ellos, para ver hasta el fin. La casa no era ya más que una hoguera horrible y magnífica, que alumbraba la tierra;

un brasero

donde se quemaban

algunas personas
y
un brasero

donde se quemaba

también Él,

Él, mi prisionero, el nuevo Ser, el nuevo Dueño ... ¡El Horla!


Bien pronto cayó el techo entero como devorado entre los muros y un volcán de llamas se remontó hasta el cielo. Por todas las ventanas abiertas
sobre aquel horno

veía la inmensa pira

y pensaba en que

Él estaba allí, en aquel infierno, muerto.

Cobarde, pero... hasta la medianoche , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!


20 DE AGOSTO

¿ MATARLO ?


¿Cómo, puesto que no puedo alcanzarlo?


¿ EL VENENO ?


Pero me verá mezclarlo en el agua, y además, ¿quién me asegura que nuestros venenos produzcan efecto en su cuerpo imperceptible? No ... no ... esto no tiene duda.


Entonces, ¿qué?



21 DE AGOSTO
He hecho venir de Rouen a un cerrajero y le he encargado unas persianas de hierro para mi habitación; como las tienen en París ciertas casas particulares, de planta baja, por temor a los ladrones. Además me construiré una puerta semejante.

Me habré tomado por un cobarde,

pero no me importa.


10 DE SEPTIEMBRE

Rouen - Hotel Continental.

Esto es hecho ... es hecho ...

pero, ¿habrá muerto?


Aún tengo el alma trastornada de lo que he visto.

Ayer,

después que el cerrajero hubo colocado las persianas

y la puerta de hierro,


dejé todo abierto hasta cerca de la medianoche,

a pesar del frío que se dejaba sentir.


-
.

Vacío y Miedo , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

19 DE AGOSTO
De repente, me levanto y extendiendo los brazos, me vuelvo tan rápidamente que estuve a punto de caer. ¡Ah!

¿ Qué era aquello ?

A pesar de la profusión de luces ...

¡ no me veía en el espejo !



¡ Estaba vacío,

claro, profundo, lleno de luz! ...

¡ Mi imagen no estaba allí ! ...



Sin embargo, yo estaba enfrente, ¡sí, estoy seguro!
¡Y contemplaba con ojos despavoridos


aquel gran vidrio completamente límpido!


¡No me atrevía a dar un paso hacia él, ni osaba hacer movimiento alguno,
seguro de que Él estaba allí

y de que su cuerpo impalpable, impedía al mío reflejarse! ...

¡Y se me escapaba otra vez!

¡ QUÉ MIEDO SE APODERÓ DE MÍ !

De repente, empiezo a ver mi imagen reflejarse en el fondo del espejo, envuelta en una ligera bruma como a través de una sábana de agua, y me parecía que esta capa de agua resbalaba de izquierda a derecha, lentamente, dejando precisar mi imagen de segundo en segundo. Era como el final de un eclipse. El cuerpo que me ocultaba, no parecía tener contornos claramente definidos, sino una especie de trasparencia opaca que iba aclarándose poco a poco. Al fin, pude distinguirle completamente, como de ordinario. ¡Lo había visto! Tal es el espanto que he experimentado, que aún me estremezco de frío.

Rozando mi piel , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

19 DE AGOSTO
¡Lo mataré! ¡Ya lo he visto! Ayer sentado ante la mesa de mi despacho, hacía ademán de escribir con gran atención. Estaba seguro que vendría a rondarme muy de cerca, tan cerca, que quizás podría tocarle, cogerle ... Entonces, ¡ah! entonces ...

la desesperación me daría fuerzas;

haría uso de mis manos, de mis rodillas,

de mi pecho, de mis dientes,

¡hasta de mi cabeza,

para estrangularlo, aplastarlo, morderlo ... despedazarlo!

Y con todo mi organismo excitado, acechaba, ...

esperando el momento apetecido.


Había encendido las dos lámparas del despacho y las ocho bujías de la chimenea, como si con esta claridad hubiese podido descubrirlo. Enfrente de mí tenía la cama, una antigua cama con columnas de encina; a la derecha, la chimenea, a la izquierda la puerta, cuidadosamente cerrada, después de haberla dejado abierta largo tiempo con el objeto de atraerlo; detrás de mí, un elevado armario de espejo, frente del que tengo la costumbre de acicalarme y vestirme, y donde me suelo mirar, de pies a cabeza, cada vez que paso delante de él. Así, pues,

simulaba escribir,

como antes he dicho,

para engañarle,

puesto que

estaba seguro de que me espiaba;

no tardé en apercibirme, con certeza,

de que estaba leyendo por encima de mi hombro y que

se encontraba allí,


R O Z A N D O.....M I.....P I E L.

Ecce Homo , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

19 DE AGOSTO

¡ UN SER NUEVO !
Nuevo, ¿por qué?
NO PODÍA DEJAR DE VENIR,

¿acaso nosotros debíamos ser los últimos?

No le conocemos, como no conocemos tampoco

a los que nos precedieron.


Tal vez su naturaleza es más perfecta, su cuerpo mejor constituído, más acabado que el nuestro, tan débil, tan torpemente concebido, embarazado por órganos siempre fatigados, siempre forzados como resortes demasiado complejos; mejor que el nuestro, repito, que necesita vivir como una planta, como una bestia, nutriéndose penosamente de aire, de vegetales y de carne, máquina animal, presa de enfermedades, de deformaciones y de pobredumbres; asmático, mal ajustado, simple y extraño, ingeniosamente mal hecho, obra grosera y delicada a un tiempo, esbozo de un ser que podría llegar a ser inteligente y grande. ¿Entre las múltiples variedades desde la ostra al hombre, por qué no se ha de admitir otra más, una vez cumplido el periodo que separa las apariciones sucesivas de las diversas especies? ¿Por qué no? ¿Y por qué también, la de otros árboles, llenos de inmensas flores, resplandecientes, que perfumasen regiones enteras? ¿Por qué no han de existir más elementos que el fuego, el aire, la tierra y el agua? ¿Por qué han de ser cuatro, tan solo, nuestros amos? ¡Qué lástima! ¿Por qué no habrán de ser cuarenta, cuatrocientos, cuatro mil?

¡Cuánta pobreza;


cuánta mezquindad,


cuánta miseria! ...



¡Qué avaramente otorgado,

qué secamente inventado,

qué groseramente hecho!


¡Ah! ¡Cuánta gracia en los movimientos del elefante y del hipopótamo! ¡Qué curvas más elegantes las del camello! ... Me objetaréis ... ¿Y la mariposa? ¡Una flor con alas! Yo sueño en una que podría ser tan grande como cien universos, dotada de unas alas, cuya forma, belleza, color y movimientos no me es posible explicar. Parece que la veo ... Va de estrella en estrella, de mundo en mundo, refrescándolos y embalsamándolos con su ligero y armonioso aleteo ... Y los seres que pueblan el infinito la miran pasar, extasiados y llenos de amor ...


¿Qué es lo que tengo?

¡ Es él,

él,

el Horla,

que me posee,

que me hace pensar estas locuras!



¡Está en mí, dentro de mi alma! ¡Lo mataré! ...

.
.

La Opresión por El Recién Llegado , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

19 DE AGOSTO
¡Ah! El buitre se ha comido a la paloma; el lobo a la oveja; el león ha devorado al búfalo de agudos cuernos; el hombre ha herido al león con la flecha, con el puñal, con la pólvora ... pero el Horla va a hacer del hombre, lo que el hombre había hecho del caballo y del buey; su cosa, su servidor y su alimento, por el solo poder de su voluntad. ¡Desgraciados de nosotros! No obstante, algunas veces la fiera se ha revuelto contra su domador y lo ha matado. ¡A mi vez, yo podré ... yo quiero deshacerme de él; pero para eso es preciso conocerle, tocarle, verle! Los sabios aseguran que el ojo de los animales difiere del nuestro; que no tiene el mismo modo de percepción. El mío no puede tampoco distinguir a este ser recién llegado, que me oprime.

¿Por qué?


¡Oh! Ahora recuerdo las palabras del fraile del monte Saint-Michel: ¿Acaso vemos la cienmilésima parte de lo que existe? Ahí tenéis el viento, que es una de las fuerzas naturales más grandes; que derriba a los hombres, los edificios, desarraiga los árboles, levanta en el mar montañas de agua, las estrella contra las rocas y arroja contra ellas, también, las poderosas naves; el viento, que silba, gime, muge, mata, en fin, ¿lo habéis visto? ¿Lo conocéis? Sin embargo, existe. Y seguía torturando mi pensamiento. La vista del hombre es tan débil, tan imperfecta, que no puede distinguir a través de los cuerpos sólidos, que es posible sean transparentes como el vidrio. Si un espejo sin límites obstruye el camino, se arroja sobre él, como el ave aturdida, que al querer salir de una habitación, se rompe la cabeza contra los vidrios. Otras mil cosas le engañan y desconciertan. ¿Qué tiene de extraño, pues, que no sepa apercibir un cuerpo nuevo, que la luz atraviesa?

martes, 11 de marzo de 2008

Alma Esclava , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

19 DE AGOSTO
¡Lo sé, lo sé, todo lo sé! Acabo de leer en la Revista del Mundo Científico. Una noticia curiosísima nos llega de Río de Janeiro.

Una locura, una epidemia de locura, solo comparable a las demencias contagiosas que invadieron los pueblos de Europa en la Edad Media, se ceba en este momento en la provincia de Sao Paulo. Los habitantes desatinados dejan sus hogares, huyen de los pueblos, abandonan sus campos creyéndose perseguidos, poseídos, gobernados como bestias por seres invisibles, aunque tangibles, especies de vampiros que se nutren de su vida, durante el sueño y que se alimentan, de agua y leche, sin que toquen, al parecer, ninguna otra clase de alimento. El profesor don Pedro Henríquez, acompañado de varias eminencias médicas, ha salido para la provincia de Sao Paulo, a fin de estudiar sobre el terreno los orígenes y manifestaciones de esta sorprendente epidemia y proponer al Emperador las medidas que le parezcan más convenientes para volver a la razón a estas turbas delirantes.

¡Ah! ¡Ahora recuerdo el hermoso bergantín brasileño que pasó bajo mis ventanas remontando el Sena el 8 de Mayo último! ¡Recuerdo que me pareció blanco, alegre, reluciente! ¡En él venía el Ser, venía de allá abajo, donde ha nacido su raza! ¡Me vio; vio mi casa blanca y alegre también y ha saltado sobre la orilla! ... ¡Oh! ¡Dios mío! Ahora lo sé todo; lo adivino:

¡El reinado del hombre sobre la Tierra ha terminado!

Ha venido


Aquel que inspiró los primeros temores a los pueblos sencillos;


Aquel a quien exorcizaban inquietos los párrocos y evocaban los hechiceros en las noches sombrías, sin verlo aparecer jamás;


Aquel a quien los presentimientos de los dueños pasajeros del mundo, prestaron todas las formas monstruosas o extrañas de gnomos, espíritus, genios, hadas y duendes.



Después de las groseras concepciones debidas al terror primitivo, hombres más perspicaces lo han presentido de un modo más claro. Mésmer lo había adivinado y los médicos, de diez años a esta parte, han descubierto de una manera precisa la naturaleza de su poder, antes que lo hubiese ejercido.


Han manejado al arma que les ha proporcionado este Ser nuevo a favor de la teoria sobre el dominio de un misterioso mando ejercido sobre el alma humana, que de este modo pasaba a ser esclava, Y a esto se le ha puesto por nombre, magnetismo, hipnotismo, sugestión ...


Y se han divertido como niños imprudentes, con este formidable poder.


¡Desgraciados de nosotros!

¡Desgraciado del hombre!

¡Ha venido! ... él .., él,

¿cómo se llama? ...

él ...

¡me parece que alguien me grita su nombre y no lo entiendo! ...

¡me grita! ¡Ya escucha! ...

Nada, no puedo ... lo repite;

él ... ¡El Horla!

Ahora lo he oido bien ...

el Horla ... es él ...

¡El Horla ha llegado!

Rebeldía a la Obediencia , HORLA de Maupassant

18 DE AGOSTO ...
¡Tenía miedo de mí! ... ¡Miedo de mí! ¡Él! ... Entonces ... mañana o un día cualquiera ... podré ¡quién sabe! ... podré apoderarme de él ... estrellarle contra el suelo. ¿Pues qué? ¿Acaso el perro no se rebela a veces contra su dueño y le muerde y le destroza?

18 de agosto.
Mi pensamiento no ha descansado hoy. ¡Oh! Sí; debo obedecerle, seguir sus impulsos, cumplir todos sus deseos, hacerme humilde, hacerme sumiso, hacerme cobarde. Es él más fuerte. Pero llegará un día ...

Noche normanda , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide

18 DE AGOSTO
¡Ah! ¡Qué noche! ¡Qué noche! Y a pesar de todo, me parece que debo alegrarme. He estado leyendo hasta la una de la madrugada. Hermann Herestauss, doctor en filosofía y teogonía, ha escrito la historia y manifestaciónes de los seres invisibles que rondan en torno del hombre, o los soñados por él. Describe sus orígenes, su dominio, su poder. Ninguno de ellos se parece al que me persigue. Se diría que el hombre, desde que tuvo la facultad de pensar, sospechó y temió un nuevo ser más fuerte que él, su sucesor en el mundo, y al sentir su proximidad y no poder prever la naturaleza de su futuro dueño, ha creado en su terror todo ese mundo fantástico de seres ocultos, vagas sombras nacidas del miedo.

Después de haber leído, como he dicho, hasta la una, me he sentado cerca de la ventana abierta, por donde entraba el aire y la sombra, refrescando mi frente abrasada y mi dolorida cabeza.

¡Oh, qué noche más tibia;

qué majestuoso silencio!


¡Cómo hubiera gozado en otra ocasión

de su solemne calma!


No habrá luna y en el fondo negro del cielo, las estrellas brillaban con temblorosos destellos.

¿Quién habitará esos mundos?

¿Qué formas, qué habitantes, qué animales, qué plantas habrá allá arriba?

Los seres racionales de esos universos lejanos, ¿estarán más adelantados que nosotros?

¿Serán más fuertes?

¿Conocen lo que nosotros conocemos?

Tal vez un día, no lejano, uno de ellos, atravesando el espacio, aparecerá sobre nuestro planeta para conquistarlo, como en los tiempos históricos hicieron los normandos, atravesando los mares para ir a esclavizar a los pueblos débiles.

Un poder extraño, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide

15 DE AGOSTO
Ahora comprendo cómo estaba poseída y dominada mi pobre prima, el día que vino a pedirme los cinco mil francos. Debía sufrir un poder extraño dentro de sí, como otra alma, un alma parásita y dominadora. ¿Será éste el fin del mundo? ¿Será, acaso, invisible el ser que me gobierna? ¿Quién será este desconocido, este ladrón de una raza sobrenatural? ¿Luego existen los invisibles? Entonces, ¿cómo desde el origen del mundo no se habían manifestado aún de un modo preciso, tal como lo han hecho conmigo? Jamás he leído nada parecido a lo que a mí me pasa. ¡Oh! Si pudiese abandonar mi casa ... si pudiese huir, si pudiese marcharme y no volver, me salvaría, pero ... no puedo.

¡ Qué Horror ! , HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide

14 DE AGOSTO
.... asisto como un espectador, aterrado, esclavo, a todos los actos de ml vida. Deseo salir y no puedo. No quiere El y he de quedarme forzosamente, desatinado y tembloroso, en el sillón donde me ha obligado a sentarme. Deseo no más levantarme, revolverme, a fin de creer que soy dueño de mí todavía. ¡No puedo! y permanezco clavado en mi sitio, adherido al suelo, de tal modo, que ninguna fuerza humana podría moverme. De repente, siento la necesidad, el deseo, el invencible deseo de ir al jardín a comer fresas. ¡Es preciso, es preciso ir! Y voy; cojo fresas y las como. ¡Oh, Dios mío, Dios mío! ¿Será un Dios? ¿Quién me librará de El?

¡Salvadme!

¡Socorredme!

¡Perdón!

¡Piedad!

¡Favor!

¡Salvadme!
¡Oh!
¡ Qué sufrimiento !

¡ Qué suplicio !

¡ Qué horror !

Alguién Ordena: No Soy Nadie, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

13 DE AGOSTO
Cuando se apoderan de nosotros ciertas enfermedades, parecen romperse todos los resortes de nuestro ser físico, hasta el extremo de sentir anuladas nuestras energías, relajados nuestros músculos y debilitado todo nuestro organismo.

TODO ESTO LO HE EXPERIMENTADO YO de un modo extraño y desconsolador; en el orden moral, carezco de fuerza, carezco de autonomía, carezco del valor, carezco del dominio de mí mismo, necesarios para el funcionamiento de la voluntad. No puedo mandar, querer, alguién lo hace por mí y yo obedezco.

14 DE AGOSTO

¡ Estoy perdido !

¡ Alguién posee mi alma y la gobierna !




Alguién ordena todos mis actos,

Alguién ordena todos mis movimientos,

Alguién ordena todos mis pensamientos.

¡ NO SOY NADIE !

Rear Window, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

08 de agosto.
Ayer pasé una tarde horrible. No ha hecho manifestación alguna, pero lo siento cerca espiándome, mirándome, apoderándose de mí, dominándome, cada vez más formidable y ocultándose después de haber dado a entender con fenómenos sobrenaturales su presencia invisible y constante. No obstante, he dormido tranquilo.

9 de agosto.
Nada; pero tengo miedo.

10 de agosto.
Nada: ¿qué ocurrirá mañana?

11 de agosto.
Lo mismo; no me es posible permanecer aquí con este miedo y estos pensamientos que se han apoderado de mi alma; me marcho.

12 de agosto (diez de la noche).
Todo el día he tenido el mismo deseo. marcharme; he tratado de realizarlo y no he podido. He querido llevar a cabo este acto de libertad tan fácil, tan sencillo; salir, subir en mi coche para dirigirme a Rouen. No me ha sido posible. ¿Por qué?

Presentimiento de Enfermedad, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

07 DE AGOSTO
.... El sol cubría de claridad las verdes orillas, jugaba con la superficie azul arrancando de ella reflejos de oro: la tierra se estremecía al calor de sus rayos y mis ojos se llenaban de estos destellos de vida y de amor; pasaban las golondrinas proyectando su sombra en el suelo y alegrando mi vista con sus rápidos giros; la naturaleza entera parecía desear la vida y hasta el dulce roce de la hierba que tapiza las márgenes del río, llegaba a mIs oídos como una vaga y cariñosa melodía de amor.

Poco a poco, sin embargo, un malestar inexplicable se iba apoderando de mí. Una fuerza incomprensible, oculta, sin duda, me entorpecía, me detenía, trataba de alejarme, de hacerme volver atrás. Experimentaba esa necesidad dolorosa, que os oprime y os obliga a regresar a vuestra casa cuando se ha dejado en ella un enfermo querido y tenéis el triste presentimiento de una recaída.

Volví, pues, a pesar mío, seguro que iba a encontrar en casa una mala noticia, una carta o un telegrama. Y a pesar de todo no había novedad; me quedé más sorprendido e inquieto que si hubiera tenido una nueva visión fantástica.

Los Tañidos del Arpa, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

07 DE AGOSTO
.... A veces me interrogo a mí mismo para ver si estoy loco. En mis largos paseos, que doy para tomar el sol a lo largo del río, las más extrañas dudas me asaltan; dudas del estado de mi razón, pero no vagas como las que hasta aquí había tenido, sino precisas, claras, absolutas. Yo he visto locos y casi todos ellos tenían una noción clara y lúcida de todas las cosas de la vida, menos de una que era la segura causa de su manía. La mayor parte habla con facilidad, con profundidad, pero cuando su pensamiento tropieza en el escollo de su locura, su razón se oscurece, se deshace en fragmentos (por decirlo así) se lanza a ese océano temible y furioso, a ese mar de olas embravecidas, borrascosas y desordenadas que se llama demencia.

Desde luego, yo hubiera creído con seguridad en mi locura, si no hubiera sido porque me daba cuenta exacta de mi estado, sondeándolo conscientemente y analizándolo con completa lucidez. Yo no era, en suma, más que un razonable alucinado. Una irregularidad desconocida, se había producido en mi cerebro, una de esas anomalías que tratan de observar y de precisar los flsiólogos modernos; y esta irregularidad debía haber determinado en mi espíritu, en el orden y lógica de mis ideas, una profunda convulsión. Un fenómeno parecido tiene lugar durante el sueño, cuando nos pasea a través de las más inverosímiles fantasmagorías, sin que nos sorprendamos por ello, puesto que el aparato verificador, el que registra nuestras impresiones, se halla dormido, mientras la facultad imaginativa vela y trabaja.

¿Debía temer que una de las sonoras cuerdas del arpa cerebral, atrofiada, paralizada, rota ... no produjera en mi mente sus necesarias vibraciones? He conocido algunos que, a consecuencia de un accidente cualquiera, pierden la memoria en lo que se refiere a nombres propios, verbos, cifras o solamente de ciertas fechas. Las localizaciones de todas las partes de que se compone el pensamiento, están hoy comprobadas. Ahora bien, lo que me admira, es que mi facultad de comprobación en lo que atañe a la imposibilidad de ciertas alucinaciones se va entorpeciendo por momentos.

El Ser Invisible, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

06 DE AGOSTO
Esta vez, no estoy loco. ¡Lo he visto! ¡lo he visto! No me es posible dudar ya ... ¡lo he visto! Aún siento frío, hasta en las uñas ... aún siento miedo hasta en la médula ... ¡lo he visto!

Hace dos horas, me paseaba, tomando el sol en mi parterre de flores, en la avenida formada por los rosales de otoño, que empiezan a florecer. De repente, al pararme a contemplar un hermoso ejemplar geant des batailles, que tenía tres magníficas flores, vi, vi distintamente separarse del rosal la más próxima a mí, como si una mano invisible la hubiese cogido después de retorcer su tallo y romperlo. Después, la flor se levantó, siguiendo la curva que hubiera descrito un brazo al llevarla a la boca, quedando luego suspendida en el aire transparente, inmóvil y sola, pavorosa mancha roja colocada a tres pasos de mí. Atónito, pasmado, me arrojé sobre ella para cogerla.

No encontré más que el vacío; la flor había desaparecido.

Una cólera furiosa se apoderó de mí, reprochándome mi estupidez, por creer que no le esté permitido a un hombre razonable y serio dejarse llevar de semejantes alucinaciones.

Pero ¿tenía la seguridad de que todo había sido producido por una de estas alucinaciones? Volví a buscar el rosal y en él encontré el tallo recién cortado en medio de las dos rosas que quedaban en la rama.

Poco después entraba en casa con el alma trastornada; ya no me cabe duda; ahora estoy cierto, tan cierto como de la alternativa del día y de la noche, que existe cerca de mí un ser invisible que se nutre de leche y agua, que puede tocar las cosas, tomarlas y cambiarlas de lugar a voluntad, dotado por consiguiente de una naturaleza material, aunque imperceptible para nuestros sentidos y que habita conmigo, bajo mi techo.

Burla y farsa, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

14 DE JULIO
.... la luz y los sonidos no son más que ilusiones, donde nuestros sentidos nos engañan

16 DE JULIO
.... Yo estaba de tal modo sorprendido, que apenas podía balbucear mis excusas. Dudaba si ella y el doctor Parent, de mutuo acuerdo, se burlaban de mí y si aquello no era una farsa preparada de antemano y representada a la perfección.

.... Tal fue su sorpresa, que no me atreví a insistir. Traté, sin embargo, de despertar sus recuerdos, pero empezó a negar con tal seguridad, creyendo que me burlaba de ella; que faltó poco para que se enfadara.

19 DE JULIO
.... Muchas personas a quienes he contado esta aventura, se han burlado de mi credulidad. No sé lo que pensar.

Soledad y Fantasmas, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

12 de julio.
París. Debo haber perdido la cabeza durante los últimos días. Seguramente, no fui más que un juguete de mi imaginación debilitada, a menos que no sea realmente sonámbulo o que haya experimentado una de esas influencias constatadas llamadas sugestión. De cualquier manera, mi desequilibrio raya en la demencia y, veinticuatro horas aquí en París bastaron para recuperar mi seguridad y mi equilibrio.

Ayer, después del paseo y las visitas, que saturaron mi alma con un aire nuevo y vivificante, termine mi velada en el Teatro Francés. Se representaba una obra de Alejandro Dumas, hijo. Ese espíritu iluminado y poderoso terminó de curarme. Nada más cierto que la soledad es muy peligrosa para las mentes activas. Tenemos necesidad de vivir rodeados de hombres que piensen y hablen. La soledad puebla el alma de fantasmas.

Paseé por las calles, llegando alegre al hotel. Al rozarme con la multitud recordaba, no sin ironía, mis terrores pasados, mis alucinaciones de la semana anterior, cuando creía, sí, creía, que un ser invisible habitaba bajo mi techo. ¡Cómo nuestro cerebro es débil, se desequilibra y se extravía cuando un pequeño fenómeno incomprensible lo golpea! En lugar de razonar que uno no comprende el fenómeno solo porque desconoce su causa, nos imaginamos espantosos misterios y poderes sobrenaturales.

Dos seres en nuestro interior, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

04 DE JULIO
Decididamente, estoy como al principio. Vuelven mis antiguas pesadillas. Esta noche, en mi lecho, sentí que alguien se inclinaba sobre mí, que ponía su boca sobre la mía y que parecía sorber mi espíritu. Sí, por qué ocultármelo, ¡también apoyaba su boca en mi garganta como un vampiro! ... Después se fue y yo desperté tan herido y aniquilado que apenas podía moverme. Si esto continúa, volveré a partir.

05 DE JULIO
¿He perdido la razón? ... Lo que me ocurrió anoche es increíble y extraño. Tanto que mi cerebro parece estallar cuando lo recuerdo.

Como lo hago todas las noches, cerré la puerta con llave y, antes de acostarme, me serví del botellón, que siempre tengo encima de una mesilla cerca de mi lecho, medio vaso de agua y lo bebí. Me acosté y, como de costumbre, caí en mis espantosos sueños, de los cuales me libré al cabo de dos horas cuando me desperté sobresaltado. Imagináos a un hombre que sueña que la persiguen para asesinarlo, que siente un puñal clavado en su espalda, que jadea, que se arrastra cubierto de sangre, desfalleciente y a punto de morir, y tendréis una idea aproximada de mi estado.

Al despertar siento sed nuevamente; me incorporo y, al tratar de llenar el vaso ... ¡noto que el botellón está vacío! ... ¡Completamente vacío! ... Me parece no comprender nada y, a punto de enloquecer, me dejo caer en una silla. Después me incorporo de un salto para mirar a mi alrededor. Nada ni nadie. Caigo nuevamente en la silla con la mirada extraviada y fija en el botellón. Mis manos tiemblan. ¿Quién ha bebido el agua? ... ¿quién? ¿yo? Si, no puede ser otro más que yo ... Entonces, soy sonámbulo. Vivo, sin saberlo, esa doble vida misteriosa que hace sospechar la existencia de dos seres en nuestro interior o un ser extraño, incognoscible y animado que, por momentos, reemplaza nuestro espíritu y, dominando el cuerpo, le obliga a obedecer sus órdenes. ¡Ah, es que alguien comprenderá mi abominable angustia! ... ¡Quién compartirá la emoción de un hombre, sano de espíritu, despierto y razonable, mirando, a través del vidrio de un botellón un poco de agua esfumada mientras él dormía? ... Asr permanecí hasta el alba, sin atreverme a mirar mi lecho.

Me pregunto por qué, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

02 DE JUNIO
Mi estado se agravó. ¿Qué es, entonces, lo que me sucede? El bromuro no surte efecto, las duchas no me sirven de nada. Para fatigar mi cuerpo paseo por los bosques de Roumare. El aire es fresco, suave y dulce, aromatizado por las hierbas y el follaje. Por mis venas parece circular sangre renovada que insufla energía a mi débil corazón. Tomo por una ancha avenida de caza, volviendo hacia La Bouille por una estrecha alameda, entre dos filas de árboles desmesuradamente altos que forman un techo verde y espeso, casi negro, entre el cielo y yo. Se apodera de mí un estremecimiento, no de frío sino de angustia. Apuro el paso, inquieto al sentirme solo en el bosque, acobardado sin razón, tontamente, por esa profunda soledad. De pronto siento la impresión de que me siguen, que alguien me pisa los talones, muy cerca, cada vez más cerca. Me vuelvo bruscamente. Compruebo que estoy solo, detrás mío solo se ve la recta y larga alameda, enhiesta y solitaria, terriblemente solitaria. Cierro los ojos y me pregunto por qué. Giro rápidamente como un trompo y siento la sensación de caer. Entreabro los ojos. Los árboles danzan. La tierra flota, siento como si me faltara apoyo, como si el piso vacilara bajo mis pies. Debo sentarme y me siento extraviado. Sin saber cómo llegue hasta aquí. Tomo un camino a mi derecha y encuentro el camino que me llevó al corazón del bosque.

Enciendo la luz, HORLA de Maupassant

No ... no ... no hay duda, no hay duda alguna, ¡no ha muerto! ¡Entonces si él no ha perecido será preciso que yo me suicide!

12 DE MAYO
Desde hace algunos días tengo algo de fiebre. Sufro y me invade la angustia y la tristeza. ¿De dónde vienen esas misteriosas influencias que transforman en abatimiento nuestra felicidad, en recelo nuestra confianza? ¿Será lícito pensar que provienen del éter, del éter invisible poblado de potencias incognoscibles de las cuales solo percibimos su misteriosa presencia? ... Despierto pleno de alegría, con alegres proyectos, con ansias vitales y, luego de un corto paseo, retorno a mi hogar desolado por el presentimiento de alguna inevitable desgracia. Siento que un profundo estremecimiento invade mi ser, destruye mis nervios y ensombrece mi alma y me siento como la víctima de un poder invisible contra el cual es imposible luchar. ¿Es que el mundo circundante, todo eso que miramos sin ver, todo lo desconocido que nos roza, todo lo que tocamos sin percibir, ejerce sobre nuestros órganos, nuestra mente y nuestro corazón efectos rápidos, sorprendentes e inexplicables? ... ¡Qué profundidad posee ese misterio de lo invisible! Imposible sondearlo con nuestros groseros sentidos, con nuestros ojos, incapaces de ver lo más pequeño y lo más grande, ni lo muy cercano ni lo demasiado lejano, ni los habitantes de una estrella ni los de una gota de agua. Con nuestros oídos, que nos engañan, puesto que nos transmiten las vibraciones del aire transformadas en notas sonoras, cual hadas que transforman en ruido el movimiento y, con esta metamorfosis, dan nacimiento a la música, nuestro oído, falaz y sublime, que transforma en canto la muda agitación de la naturaleza. Con nuestro olfato, mucho más débil que el de un perro y nuestro empobrecido paladar que apenas puede discernir la edad de un vino. Si fuéramos dueños de otros sentidos que nos abrieran las puertas de otros tantos milagros, qué maravillas no descubriríamos a nuestro alrededor! ...

¡No soporto más esta tensión! ... Intento, con dolorosos esfuerzos, cambiar, rechazar ese ser que me destroza y me aniquila. ¡No puedo más! Constantemente me despierto enloquecido, agitado y bañado en sudor. Enciendo la luz y veo que estoy solo. Después de este violento despertar, que se repite todas las noches, duermo, con calma, hasta el alba.

lunes, 10 de marzo de 2008

EL MIEDO, Maupassant

El miedo (y hasta los hombres más intrépidos pueden tener miedo) es algo espantoso, una sensación atroz, como una descomposición del alma, un espasmo horroroso del pensamiento y del corazón, cuyo mero recuerdo provoca estremecimientos de angustia. Pero cuando se es valiente, esto no ocurre ni ante un ataque, ni ante la muerte inevitable, ni ante todas las formas conocidas de peligro: ocurre en ciertas circunstancias anormales, bajo ciertas influencias misteriosas frente a riesgos vagos. El verdadero miedo es como una reminiscencia de los terrores fantásticos de antaño. Un hombre que cree en los fantasmas y se imagina ver un espectro en la noche debe de experimentar el miedo en todo su espantoso horror.

Aquel tambor no sería más que una especie de espejismo del sonido. Eso es todo. Pero no lo supe hasta más tarde.

martes, 4 de marzo de 2008

YOUR NAME

Your Name
I try to write in the darkness
your name
I try to write
I love you
I try to say this night these words.

I don’t want anyone watching me.
No one looking to me
at three o’clock in the morning,
while I walk side to side
around my room, madly in love,
full from you, feeling your love,
not forgetting your love,
full from Light, blind,
full from you, spilling you.

I say your name
with the complete silence
of this night.

My heart shout
your name gagged.
I repeat your name,
again I say it
I say many times
your name
not stopping,

Then I am sure,
it will have a dawn.

Because your name is always
joined with my soul.

domingo, 2 de marzo de 2008

IN ALL MY USELESS LIFE


Don't you know me?


You couldn't have forgotten?



I meet so many men.



You must remember


Our first meeting


Our love


The bitterness and the joy ?



I meet so many men.



Isn't there something I can say ?


Isn't there something I can do ?



Buy me a drink.



You may not care now


nor even remember


but for the sake of the past,


let me help you.



In all my useless life


- one thing -


a ruby


you will understand


you died for love.

LAZOS DE ODIO

DOCTOR:

- Demonio -grité-
...............................¿osas acercarte?
...............................¿no temes que desate sobre tí
...............................mi terrible venganza?
...............................Aléjate, ¡ insecto despreciable !
...............................Mas no, ¡ detente !
...............................¡ Quisiera pisotearte hasta convertirte en polvo,

.......si con ello,
..........con la abolición de tu miserable existencia,

................................pudiera devolverles la vida
................................a aquellos que tan diabólicamente
................................has asesinado !



FRANKENSTEIN:

------------------Esperaba este recibimiento.
------------------Todos los hombres odian a los desgraciados.
------------------¡ Cuánto pues, se me debe odiar a mí
------------------ que soy el más infeliz de los seres vivientes !


Sin embargo,
-------vos, ------------------Creador mío,
---------------------------------me detestáis --------------------------------------y --------------------------------me despreciáis,
-----------------------------------A MÍ

--------------------------A VUESTRA CRIATURA

------------------------a quien estáis unido por lazos

-----------------------------------que

---------------solo la aniquilación de uno de nosotros romperán

---------------Os proponéis matarme,
---------------¿cómo os atrevéis a jugar así con la vida?

---------------------Cumplíd

-------------------------------vuestras obligaciones para conmigo, ------------------------y
-------------------Yo Cumpliré

----------------------------------las obligaciones mías para con vos
----------------------------------las obligaciones con el resto
----------------------------------de la Humanidad.

-------------------Si aceptáis mis condiciones,
-------------------os dejaré a vos y a ellos,
-------------------pero si rehusáis,

-------------------llenaré hasta saciarlo

-------------------EL BUCHE DE LA MUERTE

-------------------con la sangre de tus amigos.

EL OIDO MAS AGUDO

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

sábado, 1 de marzo de 2008

ALUCINACION Y DELIRIO

La falta de integración o el daño de integración se manifiesta en dos grandes categorías, una: la falta de integración in minus, es decir algo se queda afuera que es una percepción crítica, en la cual el paciente no logra integrarla en su imagen consciente de sí mismo, y se vuelve una alucinación, algo que percibe como que si le llegara al sí mismo desde afuera. Este es una falta de integración in minus, es decir, que el paciente en el momento en que integra tiene que excluir algunas cosas que está experimentando para mantener la continuidad del sentido de sí mismo coherente y unitario. El delirio por el contrario es un daño de integración en exceso, incluso, es decir, el paciente para alcanzar una imagen unitaria y coherente de sí mismo tiene que desbordar, tiene que exagerar, tiene que incluir otros aspectos de la experiencia que comúnmente no son incluidos por la persona que tiene una buena capacidad de integración normal o neurótica, tiene que inventarse cosas, ese es el delirio y además tiene un problema de integración también en lo que es el aspecto longitudinal, es decir de poderlo reconocer en su ciclo de vida como un continuo. El paciente que está con una producción psicótica, no sólo no tiene una imagen consciente unitaria de sí mismo en el momento, sino que también pierde el sentido de continuidad y coherencia de su vida pasada, como si no viera el camino que ha recorrido para llegar al sí mismo de ahora, como que lo viera fragmentado. Como si en esta ruta viera a diferentes personas que son diferentes de él, que se siente ser ahora.

Sass: LOCURA Y MODERNISMO

En la última década ha surgido una visión de la esquizofrenia, más específicamente del espectro esquizofrénico, desde la perspectiva de la fenomenología y de la hermenéutica, liderada por el psicólogo clínico Louis Sass, profesor de Psicología Clínica de la Universidad de Rutgers.

En su fascinante y original libro Madness and Modernism tiene como propósito describir la textura y elucidar la estructura de la expresión y de la experiencia de la esquizofrenia, mas que explicar las causas de ella.

Hace un paralelismo entre el modernismo y post-modernismo con la esquizofrenia, con el objeto de examinar la influencia de la cultura en la psicopatología.

Se plantea la pregunta ¿Puede la esquizofrenia ser considerada en cualquier sentido, una enfermedad de la civilización moderna, y si es así como podemos explicar esta relación

También relata que en una dimensión histórica se refuerza la comprensión de una asociación entre esquizofrenia y la forma social y cultural de la modernidad y post-modernidad.

Plantea que la emergencia de la esquizofrenia coincide con el nacimiento de la episteme moderna, identificándola con la revolución kantiana de fines del siglo XIX.

Hipotetiza la posibilidad que la esquizofrenia puede ser en algún sentido la causa de cultura moderna y post-moderna.

Señala que en Europa como consecuencia incremento del racionalismo y el relativismo va siendo dominada por el subjetivismo y el individualismo y que en siglo XX surge el "hombre psicológico", que intenta reconstruir su mundo interno a través de actividades autocontemplativas.

Critica ampliamente el reduccionismo de las teorías psiquiátricas y neurobiológicas y al psicoanálisis por no aportar evidencia con respecto a que la esquizofrenia se debe a un deterioro cerebral o a regresiones o al dominio de fuerzas instintivas primitivas.

En su estudio Sass señala que la evidencia, que el espectro esquizofrénico es compatible con el modelo que fortalece la hiperconciencia, pérdida de la espontaneidad o una clara racionalidad hipertrofiada.

DARK ANGEL

GUERRILLA GIRLS

Dark Angel


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