Arcángel femenino del que el bello ojo, sin tregua,
resplandece cubriendo de bruma como un sol afligido,
tranquiliza la pena de mi corazón agitado,
Reina de la dulzura, del silencio y del sueño.
Inspirame el esfuerzo que hace que se ponga de pie,
enseñame el valor en mi cuerpo desconsolado,
salvame del aburrimiento que me devuelve pasmado,
y da lustre a mi esperanza oxidada como una vieja espada.
Vuelve a encender en tu alegría mi pobre risa extinta;
gasta conmigo el viejo hombre, y después, noche y mañana,
¡ dejame adorarte como convenga a los ángeles !
Dejame adorarte lejos del mundo burlón,
en el acunar que exprime dulcemente de tus miradas extrañas,
¡ céfiros azules transportan los perfumes de tu corazón !
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