Consolado, apaciguado, puede ahora regresar dando pasitos presurosos, un poco fastidiados, a su escritorio, para volver a ocupar su lugar en el centro de aquel universo que él se tejió, para hacerlo oscilar según su capricho con una satisfacción, un vigor renovados, para verlo animarse y colorearse de nuevo bajo su mirada, fresco y tornasolado como aparecen después de la lluvia muchas telas de araña resplandecientes, donde tiemblan y brillan al sol, colgadas de los hilos sedosos, gotitas irisadas.
(extraído del texto de N.S.)
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