Se asiste el 14 de febrero de 2009 al homenaje a Giordano Bruno en la plaza homónima en la Ciudad de México, y se siente ese peso de la historia de quien supo defender su pensamiento hasta el final y enfrentar sin miedo a la temible maquinaria que representaba la Santa Inquisición.
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Un México moderno debe dejar a un lado los fanatismos que tanto dañan a una población que añora la libertad, que busca tener independencia, que quiere ejercer su propia voluntad.
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El fanatismo es tanto engañar usando la televisión y las estrategias de marketing para posicionar la imagen de un candidato como si fuera una bolsa de papas fritas, o quizá un actor promocionando un gel o fijador de cabello.
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Pero fanatismo es también usar un discurso dinosaúrico, de populismo simplón, de las palabras fáciles para encandilar a las masas hacia imposibles, y los niños siguiendo al flautista de Hamelin.
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México está ante su verdadera revolución, aquí no se logró ser superpotencia mundial como lograron los rusos después de 1917, ni se lograron los avances científicos y tecnológicos, se ha logrado incrementar la pobreza, y favorecer el desánimo en cuanto a una nación sólida.
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La revolución implica un cambio cualitativo, lo que no sucedió con la gesta iniciada en 1910, que queda con muchas promesas y muchos pendientes. Se habla de evolución cuando un cambio es gradual, como el mono pasa a ser hombre por adaptación a las circunstancias, al medio ambiente. Una revolución implicaría la destrucción de valores de un sistema en decadencia y forjar un nuevo pacto, una nueva manera de vivir. La revolución no es cambiar las ropas de una explotación por otra, no es que los siervos y campesinos pasen con un cambio de ropaje a ser obreros o proletarios. Una revolución implica transformar conciencias, crear una autoestima, animar a la creación humana. Revolución que fija la desigualdad, revolución que inutiliza al espíritu humano, revolución que encadena la libertad, es una revolución retrógada, anticuada, falsa y que propiamente es un estancamiento, un anclaje en un escenario surrealista donde se vive la tortura de unos pocos privilegiados sobre una grande masa de desesperados que no puede quitarse la tiranía despótica que los subyuga.
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No se quiere volver a un régimen que monopoliza el poder, creer que todos nos agachamos ante un poder sin resistencia es absurdo. Nadie quiere volver a un régimen donde no puedas expresar lo que sientes, ya que esto no conviene al sistema totalitario orwelliano de 1984.
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Por ello, no se puede dar el aval de buen gobernante, a quien no demuestre en el terreno del debate, de la propuesta, de la confrontación de ideas, de planes, a quien no sepa en cualquier escenario convencer porque quiere ser gobernante.
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Jugar al engañabobos, es caer en el peligroso abismo de ser un embaucador, al que ya no se le cree nada, la política no es de los mentirosos, de los que usan a las masas, de los que presionan atizando el fanatismo, de los que al estilo hitleriano alegan una superioridad de sus ideas maniqueas, llevando al exterminio al rival. No es moderno, en pleno auge de la informática, pensar en caminos únicos e inalterables, la experiencia ya ha mostrado que los fundamentalismos tienen fisuras y son derrumbados.
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Apostamos a los tejedores, a los que crean alianzas, a los que saben anteponer su interés personal para poder consolidar un proyecto político de grupo. La Izquierda tiene muchos liderazgos, y si alguien se va por la libre, será su decisión, pero la Izquierda no es un club de borregos dispuestos a seguir al pastor. En la Izquierda se ejerce la crítica, se ejerce la discusión, y hay muchas personas talentosas que requieren tener la plataforma para expresar lo que sienten, no es un líder de Izquierda quien los mantiene sujetos a lo que ferréamente dice, el líder de Izquierda es quien se atreve a conciliar, a convencer, un líder de Izquierda no calla, abre el diálogo. Es una farsa, un líder de Izquierda que no enfrenta la crítica y que se cree "un caudillo" cuando no conduce más que sus propios pensamientos egoístas. No se cree en quien está atrapado en su propia obsesión, ya que no puede pensar en sumarse a un bien colectivo. Por ello, hay que volver libres a los que están atrapados por los fanatismos, y tejer por la sensatez, por la negociación, por construir una candidatura de Izquierda fuerte, no conviene ya lo condenado a fracasar, y es que si no se tiene el apoyo de la mayoría hay que ir con ese personaje que sí puede ganar esa simpatía de ser un liberador y nunca más un demagogo.
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La Iglesia no tiene que evolucionar ante la modernidad, debe tener una revolución que plantee si es una institución que cultiva el espíritu humano o siempre ha sido un carcelero que impide la libertad humana.
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No es posible que en pleno XXI, la Iglesia siga embaucando como si las imágenes y los ritos pesarán más que la conciencia de un ser humano. Por desgracia, para la Iglesia el control de las masas se le escabulle, por ese aparatito llamado televisión y por ese mecanismo de control llamado mercado. Los llamados a misa ya pueden ser esquivados, antes era ser repudiado quien no se alineará con la fe. Y algo similar, sucede con ese rey de "la caja idiota", funcionó como controlador de las masas, como anestesiador de la vida volviendo zombies a los televidentes, pero ya ha fastidiado, no se puede sostener un proyecto sin imaginación, sin arriesgar a nuevas visiones, sin dejar de sostener ideas caducas o fútiles. Y así, los mismos desarrollos de televisión de multitud de canales, la especialización de información hacia ciertos tópicos, hasta la liberación de publicar muchos más contenidos subidos por ciudadanos libres, nos lleva a un mundo que no debe tener ataduras, caminos únicos, borregos obedientes, sino que debe fortalecer a la persona, a la identidad, al desarrollo cultural.
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Si la Iglesia no ha percatado que su discurso se está petrificando, aunque su nacimiento está anclado al apóstol Pedro, que quiere decir "piedra", pues ¿en qué mundo viven?, la Suprema Corte ha implementado el recurso contra los engañabobos, embaucadores, esa gente que valiéndose de la ignorancia de la gente los engañan y les roban dinero, habría que interponer recurso contra la Iglesia, contra los contenidos televisivos, ya que causan tanto perjuicio como los que venden una mercancía sin valor a precio de oro. Y hasta a los políticos de la palabra fácil o la fina imagen también los pueden demandar si son engañabobos o embaucadores.
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Culturalmente, esa es la pugna, vivir en un México retrógado o vivir en un México integrado a la modernidad. Si se quiere vivir en un México donde los mitines de borregos alcen a uno más que no se lo merece, tendríamos el retorno de la Edad Media en pleno siglo XXI, tendríamos a muchos cortesanos lamiendo arrodillados ante un rey de muy bajo nivel, un rey a quien muchos ya no escucharán aunque vivan en su reino, un rey que se la creerá y vivirá en la fastuosidad, un rey que impondrá leyes que como es costumbre, no serán de agrado, pero no queda de otra. Un rey que encarcelará al que muestre disidencia abierta y declarada, un rey que no se merece una sociedad informada, un rey que no se merecen los que creen en la libertad, un rey que podría provocar una insurrección violenta una vez suba al trono.
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Culturalmente, esa es la pugna, vivir en un país dividido entre alienados y libres, vivir en un país donde hay el tipo de "buen mexicano" y donde está también el "pícaro mexicano", vivir en un país donde se quisiera establecer el yugo de la moral, pero ¿quién la establece? la Iglesia está contaminada con los crímenes y las demandas en curso, tampoco un gobierno débil podría reencauzar una vida con nuevos valores y con aspiraciones de grandeza humana, por lo que tampoco se aceptaría a un galán de telenovela que usa su creencia en ser admirado por su imagen, para volverse la estampita de la nueva iglesia totalitaria que representaría el poder monolítico de un hombre-un partido- una visión de mundo, y otra vez a soportar el credo a alguien que se cree Dios, cuando no es la persona con más talento para sacar adelante al país, aunque hay muchos rebeldes ya, y sería un reino sitiado o listo para el asalto, porque no se tolera esa soberbia de caminar sobre la mayoría de la libre voluntad que desea un México moderno, abierto, y no un "Estado fallido" en toda su dimensión.
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Lo único que queda es como Giordano Bruno es tener valor civil ante los fanatismos, y aunque quieran limitar tu libertad, hacer que te retractes de lo que piensas, aunque quieran aplastar una vida mejor que la de ellos porque gozas de la libertad existente y no se ancla en la esclavitud del poder, aunque quieran volver realidad la fantasía orwelliana de 1984, persistirán históricamente las valientes palabras de Giordano Bruno:
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"Temblais más por darme esta sentencia que yo de recibirla"
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