Aquí está la hora decolorada:
la criolla dejó la sombrilla
y bosteza dentro de su hamaca delicada
al ruido de la vaga desconsolada.
Los girasoles del claro de luna
van y vienen sobre su piel morena:
Sin embargo sobre la áspera duna
las cañas dulces del maíz avientan su perfume.
Más de una boa buscando fortuna
sobre la selva se arrastra en ayunas.
Y los colibríes, uno por uno,
se borran en el día difunto.
Gracioso fantasma indistinto,
ella duerme un sueño profundo,
y el color del aire se funde
con el color de su piel.
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IL POSTINO
viernes, 23 de julio de 2010
LA CRIOLLA, M.R.
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