Memento quia pulvis est
et in pulverem reverteris
Escupiendo en el mundo que él roza
su murmurante vanidad,
el hombre es una mosquita de una hora
que quiere absorber la eternidad.
Es un cuerpo hedonista que sufre,
un espíritu alado que se retuerce:
Es la brizna de hierba al borde del abismo,
antes de la Muerte.
Después, la mano fría y violeta,
él coge y trae sus sábanas,
sin poder decir que él jadea,
apretado por invisibles brazos.
Y dentro de su corazón que se entiniebla,
escucha silbar el remordimiento
como una víbora fúnebre
durante la Muerte.
Finalmente, el hombre se descompone,
se desmorona y se consume todo.
El viento desentierra esta cosa
y la dispersa no sabe dónde.
Y el irrisorio fantasma,
el olvidado viene, se acuclilla y duerme
sobre esta memoria de átomo,
¡ después de la Muerte !
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