Carne, cejas, cabellos, mi ataúd y mi mortaja,
la tumba tiene todo carcomido: su trabajo está finalizado;
y dentro de mi subterráneo yo envejezco a solas
con el horrible silencio y el frío insomnio.
Mi cráneo tiene constatada su disminución,
y, residuo de muerte que se agrieta y se desmorona,
vengo a arrepentirme de la putrefacción
y el tiempo donde el gusano no estaba a dieta.
Pero el olvido pasa en vano la lima y el cepillo carpintero
sobre mis restos terrosos cada vez más pequeños:
¡la carne de mujer es allí, es provocadora y enredadora!
Para los acoplamientos bribones y villanos
el deseo abre otra vez esto que fue mis dos brazos,
y mi lascivia sobrevive a mi polvo.
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IL POSTINO
viernes, 30 de julio de 2010
CADÁVER EN LUBRICIDAD
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