Mientras que encaramado sobre uno de los altos divanes
el gato joven daba ronroneantes quejidos,
dentro de un salóncito saturado de perfumes enervantes,
velaba la muy querida arrodillado y con las manos juntas
y mi beso merodeador, mariposa de sus senos,
rozaba sus contornos y vibraba en sus puntas.
Vírgenes de niños de pecho, vampiros asesinos,
ellos estaban fríos y duros como las manzanas verdes
y más blancos que el cisne errante sobre los estanques.
Voluptuosamente ella dormía, y efecto,
nunca mujer tendrá, para mordisquear al amante,
los dientes que dejaban ver sus labios entreabiertos.
Muy blanca, como para un amortajamiento,
su vestido la cubría de una niebla de encaje,
en modo que los senos estaban desnudos solamente.
Y los reflejos de la chimenea en lívido morado
reptaban sobre el diván de donde el gato observaba
esta estrechez de amor también bella que impura.
Lo mismo sobre el sueño profundo ella cuidaba
¡ su altivez ! y tal estaba su mágica atracción
que irresistiblemente todo mi ser tensaba.
Ahí está porque yo vi con indiferencia
el ojo siempre tan mimoso del gigantesco gato
cargarse de repente de odio y de sufrimiento.
¡ Oh languidez criminal indigna de redención !
yo no tomé ningún cuidado en la celosa bestia
cuando él hubiera necesitado que mi mano arañara.
En vano, él se retorcía los ojos fuera de la cabeza,
en vano, él hacía espuma loco de rabia, chirriando
como una veleta en lo fuerte de la tempestad.
¡ Yo estaba ciego y sordo por ella ! completamente languideciendo
de amor y de sueño, yo aferraba mi éxtasis
a estas dos puntas de senos más rojas que la sangre.
Y bostezaba, exasperante yo no sé cuál frase,
cuando de repente yo vi el gato joven cerca de nosotros
reptaba lentamente como una iguana sobre el florero.
¡ Oh ! ¡estos pelos erizados! ¡estos maullidos locos!
- Pero el cuarto se volvió tenebroso e inestable,
después, ¡ no supe más ! , debí dormirme arrodillado.
Y la paz de ataúd frecuentaba mi carne viva
cuando yo fui sacado de este fatal sueño
¡por un grito sobrehumano de horror y de terror!
¡ Oh ! ¡maldita la luna y maldito el sol!
¡ que debajo el hombre nunca en la tierra se esconde !
¡Porqué que sea cualquier cosa salvo la muerte, en vez de este despertar!
En aquel momento, aullando de dolor, pálido sobre un vestido
de púrpura, ensangrentando la nieve de los cojines,
Rachel se debatía debajo de la bestia hidrófoba.
¡Que maullaba en ella despedazando los senos !
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IL POSTINO
domingo, 18 de julio de 2010
LA RABIA DEL GATO
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