Arcilla siempre virgen, incincelable bronce,
hechicera máscara más tirana que la mujer,
¡Arte! Terrible hechicero que martiriza el alma,
burlón misterioso del espíritu peregrino.
Él no es el poeta insumiso a tu freno:
y todos aquellos cuya gloria aquí abajo te proclama
saben que tu altar agotará su flama
y que ellos cosechan tu desdén soberano.
Rabiosa inquietud y paciencia pálida
usan sus uñas de oro para escarbar tu problema;
el hombre evoca a veces tu rostro burlón.
Largamente él te busca y te persigue sin tregua,
abismo donde se dilapida la ternura del corazón,
¡Cénit donde se sacude en vano la avidez del sueño!
No hay comentarios:
Publicar un comentario