La brisa suspirando acaricia la hierba alta.
Los dos, boca abierta, caminan uno al lado del otro,
espalda encorvada, cuello endeble;
cerca de un seto en flor donde el ébano de las zarzamoras
luce sobre el revoltillo verde de las bonitas ramas,
ellos van, pareja muda.
Ellos tienen la cara blanca y los pómulos rojos;
como los libertinos que viven dentro de los antros
se les ve tambalear.
Su ojo vagamente claro dentro de un círculo de color de humo
a esta fijeza indolente y siniestra
que os hace retroceder.
Ellos tienen una tos seca, aguda, intermitente.
Ella, después de cada acceso, es toda palpitante,
y él, ¡escupe sangre!
y se le presiente la muerte a estos desgarradores síntomas,
y el aspecto doloroso de estos vivos fantasmas
oprime al transeúnte.
Ellos se estrechan las manos en un largo apretón
con el temblor del pudor obligado
contrariándose en el deseo,
y para mejor saborear el amor que les exalta,
el uno en el otro a veces se pegan cada labio,
locos de agarrarse.
Alrededor de ellos todo se despierta y sueña a rehacerse.
Hombre y bestia en pleno soplido aspiran la atmósfera,
rejuvenecidos y contentos.
Todo germina y vuelve a florecer; ellos son cloróticos;
a secas; y a cada paso de estos pobres esqueléticos
se les devuelve todo jadeantes.
Ellos solos hacen mal en ver, los amantes tísicos
con sus miradas blancas como dos faroles,
y su flaca longitud;
yo no se qué de frío, de extraño, de entorpecido
destino de esta pareja errante, azorada, casi estúpida
a fuerza de languidez.
¡Y sin embargo le hace falta el amor y sus mordeduras!
Depravados por un mal, aguijón de las lujurias,
ellos adelantan su muerte;
y el supremo impulso de su fuerza vencida
se encarna en prolongar sobre su carne agotada
el estremecimiento que les retuerce.
¡Poseerse! Para ellos que la tristeza inunda,
es el olvido de los dolores durante un segundo,
¡es el opio del amor!
ellos se sienten morir con beatitud
sobre este espasmo sin nombre del que ellos tienen la costumbre,
¡día y noche, noche y día!
Juntos pasaron por las fases fúnebres
donde los nudos incisivos de sus endebles vértebras
les tienen reventada la piel;
juntos chillaron de la misma tortura:
luego, ellos quieren pagar juntos a la naturaleza
el inevitable impuesto.
Y el césped mudo, aunque lleno de ironías,
va a ver el acoplamiento de estas dos agonías
nacer y consumirse;
y los profundos ecos repitirán los estertores
de estos dos moribundos de los que los labios tan pálidos
¡revivieron por amor!
Visitas al sitio
IL POSTINO
sábado, 31 de julio de 2010
REVIVIERON POR AMOR
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario