Tus ojos azules como dos azulejos
me siguen dentro de la hierba marchita
y cerca del lago en los juncos delgados
donde la brisa desenfrenada
venía a danzar los minué.
Querido Ángel, tú disminuías
las sombras de mi destino,
cuando hacia mí movías
tus ojos azules.
Mis spleens, tú los atenuabas,
y mi vida era menos condenada
en esta época afortunada
donde dentro del alma, en estremecimientos mudos,
tiernamente tú me insinuabas
¡tus ojos azules!
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IL POSTINO
viernes, 23 de julio de 2010
OJOS CONSOLANTES
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