En las puertas de los cafés donde se sientan a las mesas los vicios,
ella va todas las noches ofreciendo los cangrejos
sobre un pequeño zarzo tapizado de perejil.
Ella tiene el ojo en almendra adornado de una gran ceja
y cabellos rizados rubios como la paja.
Ahora bien, sus labios en flor que una sonrisa entreabre,
tientan a los estudiantes de medicina que fuman sobre los bancos,
y como ella tiene los senos erguidos, y que, poco caídas
sus enaguas dejan ver su pierna rotunda y sana,
cada uno de ellos le murmura un cumplido obsceno.
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IL POSTINO
martes, 27 de julio de 2010
LA VENDEDORA DE CANGREJOS
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