Cuando el abandono, pérfido y cobarde remolcador,
me tira riendo sarcásticamente su arpón que se alarga,
la Noche me abre sus brazos piadosos donde yo me hundo
y mezcla su rocío en las lágrimas de mi corazón.
A su llamado hechicero, la esperanza, duende burlón,
agita alrededor de mí sus alas de mentira,
y dentro de la inmensidad del espacio y del sueño
mis remordimientos vaporosos se dispersan en coro.
Si yo evoco un sonido muerto que gira y se balancea,
ella dice cantarme el vals del silencio
con sus mil voces que no me hacen ruido;
Y cuando paseando mi tristeza sin negrura,
yo sonrío por azar y a pesar de mí, -La Noche
Vuela, para responderme, con una sonrisa en la Luna.
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