A la hora donde la sombra negra
nubla y confunde
la luz y la gloria
del cielo profundo,
sobre el teclado de marfil
mis dedos se dejan llevar.
Cuando tus arrepentimientos y las alarmas
baten mi pecho como las olas,
la música traduce mis lágrimas
y repercute mis sollozos.
Ella me vierte todos los bálsamos
y me sopla todos los perfúmenes;
ella evoca todos mis fantasmas
y todos mis recuerdos difuntos.
Ella me tranquiliza cuando sufro,
ella deleita mi languidez,
y es en ella que yo dilapido
lo inexpresable de mi corazón.
Ella moja como la lluvia,
ella quema como el fuego;
es una risa, una bruma oculta
que se dispersa en el azul.
En sus mezclas de acordes extraños
tumultuosos y zumbantes,
escucho los chasquidos de alas de ángeles
y de las mortajas de resucitados;
los ritmos tienen con las escalas
misteriosos unísonos;
todas las notas son de las almas,
de las palabras y de los estremecimientos.
¡Oh! Música, torrente del sueño,
néctar amado, filtro bendito,
curso de río, revuelta violenta, salta sin tregua
y condúceme al infinito.
A la hora donde la sombra negra
nubla y confunde
la luz y la gloria
del cielo profundo,
sobre el teclado de marfil
mis dedos se dejan llevar.
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