Las campanas de nuestras basílicas
salen de su encierro todos los Jueves Santos,
y van a Roma por enjambres
taciturnas y simbólicas.
Cuando sus latidos fuertes, en golpes disparejos,
sonaron los piadosos toques de referencia,
las campanas de nuestras basílicas
salen de su encierro todos los Jueves Santos.
Y dentro de sus vestidos metálicos
al abrigo de miradas malsanas,
en fila, como los monjes capuchinos,
ellas se van, melancólicas,
las campanas de nuestras basílicas.
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