La Ventosa bosteza y sonríe,
siempre nueva y siempre enmascarada
para nuestro ojo loco, prudente o contrito;
la corola aspiradora y dirigida
sobre nuestra sangre que la florece.
Ella nos tienta y nos marchita
de su aliento acre y almizclado,
después, pronto, ella nos agota,
La Ventosa.
Hasta que al fin fondo de nuestro espíritu
su succión es practicada:
La Muerte, mucho menos complicada,
carcome nuestro cuerpo que ella pudre;
¡pero esto es todo el hombre que alimenta
La Ventosa!
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IL POSTINO
sábado, 31 de julio de 2010
LA VENTOSA
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