Antaño,
cuando yo derramaba amargas lágrimas;
cuando, disuelto en dolor, se desvanecía mi esperanza;
cuando estaba en la estéril colina,
que, en angosto y obscuro lugar albergaba la imagen de mí
-solo, como jamás estuvo nunca un solitario,
hostigado por un miedo indecible-
sin fuerzas, pensamiento de la miseria sólo.
Cuando entonces buscaba auxilio por un lado y por otro
-avanzar no podía, retroceder tampoco-
y un anhelo infinito me ataba a la vida apagada que huía:
entonces, de horizontes lejanos azules
-de las cimas de mi antigua beatitud-,
llegó un escalofrío de crepúsculo,
y, de repente, se rompió el vínculo del nacimiento,
se rompieron las cadenas de la Luz.
Huyó la maravilla de la Tierra, y huyó con ella mi tristeza
-la melancolía se fundió en un mundo nuevo, insondable
ebriedad de la Noche, Sueño del Cielo-,
tú viniste sobre mí
el paisaje se fue levantando dulcemente;
sobre el paisaje, suspendido en el aire, flotaba mi espíritu,
libre de ataduras, nacido de nuevo.
En nube de polvo se convirtió la colina,
a través de la nube vi los rasgos glorificados de la Amada
-en sus ojos descansaba la eternidad-.
Cogí sus manos, y las lágrimas se hicieron un vínculo
centelleante, indestructible.
Pasaron milenios huyendo a la lejanía, como huracanes.
Apoyado en su hombro lloré;
lloré lágrimas de encanto para la nueva vida.
-Fue el primero, el único Sueño.-
Y desde entonces,
desde entonces sólo,
siento una fe eterna, una inmutable confianza
.
en el Cielo de la Noche,
y en la Luz de este Cielo: la Amada.
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IL POSTINO
miércoles, 16 de diciembre de 2009
EN EL SEPULCRO DE LA AMADA
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