llevo la cuenta
del tiempo ciego y subjetivo
del corazón,
con sus borboteos de excitación
y sus arrastres de tedios
Mi pulso late
con el ritmo firme,
al segundo,
de la civilización
Un buen día,
algún erudito aún nonato
reconocerá en el reloj
la máquina que ha domesticado
a los humanos salvajes
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