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IL POSTINO

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martes, 21 de diciembre de 2010

EL ESPÍRITU CONTROLADOR


Incluso los afectos y las emociones, los resquicios de libertad incuantificables del individuo, han sufrido un drástico proceso de modelado y normativización. Y es que el capitalismo aprendió desde un principio que la mejor manera de controlar a los individuos es controlar y modelar sus emociones. Como sostiene Eva Illouz, el capitalismo, ayudado por la psicología y la tecnología, emprendió desde sus inicios un proceso de cuantificación emocional. Un proceso para sacar a la luz aquello que se encontraba en la esfera más íntima e incomunicable del sujeto. Los afectos entraron así a formar parte del espacio público y, al hacerse visibles, se pudieron dominar, domesticar y manipular (ése es en el fondo el reverso de la psicología). Hoy, tras ese largo proceso, las emociones están disponibles y se han emancipado del sujeto, que ya no las siente, sino que las posee, las adquiere o las consume, producidas y creadas directamente por la tecnología. De hecho, la gran utopía de la robótica contemporánea pasa por la consecución de entes mecánicos capaces de producir emociones, entidades que puedan sentir amor y desarrollar pasiones “humanas”. A falta de esto, nos conformamos con crear tecnologías de reconocimiento afectivo, dispositivos que detectan nuestro estado de ánimo y nos ponen la música que necesitamos, el tono de luces más apropiado o incluso el olor que más se ajusta a la temperatura corporal que emitimos. Hace unos años, un anuncio de televisión mostraba esto a la perfección, la relación entre un coche y un humano. Después de salvar varios obstáculos con su coche, el propietario acariciaba el capó y dejaba caer una lágrima en el parabrisas. El coche la limpiaba, y la voz en off decía “podemos controlarlo todo, salvo tus emociones”. Hoy probablemente el coche haría que el propietario no se sintiese triste. Y el mensaje sería: “podemos controlarlo todo, incluso tus emociones”. O al revés (más real y mucho más perverso): “si controlamos tus emociones, podemos controlarlo todo”.

(del texto de M.A.H.)

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