En un relato muy impresionante, se visualiza la situación entre quien vive para su interior y quien vive por el exterior. Se describe a un curandero, heredero de una familia de curanderos, que respeta seguir con la profesión de sus antepasados. Por otro lado, tenemos a una mujer divorciada que anda de turista por el país del curandero.
El curandero le dice que le gustaría ir como ella a ninguna parte y a todas partes. El curandero sabe que ella puede elegir el camino que le convenga, pero al mismo tiempo no forma parte de nada, es una paria, pero a la par es un ciudadano del mundo que está en todas partes. El curandero sabe que ella siempre vivirá al exterior, y desgraciadamente lo que está en el interior de la turista es donde realiza el viaje más difícil, con destino incierto, ya que su inestabilidad emocional, la búsqueda de la felicidad, se vuelven complicaciones y más cuando la dinámica del movimiento impiden anclar en un lugar.
El curandero en su misma casa de toda la vida, donde recibe a los enfermos, es alguién que ha logrado mantener una estabilidad emocional porque se ha acostumbrado a vivir de una manera sin complicaciones de cambiar la forma de vivir, él no se mueve de su reino del hogar, y desde ahí aplica conocimientos previos para sanar de esas enfermedades que continúan dañando a su clientela. En un plano físico, él decide que si ella parte hacia lo incognoscible, él iría detrás de ella, a lo que vemos que a pesar de tener una vida perfecta, el curandero también buscaba la complicación que le permitiría expandir su forma de ver el mundo. Por ello, el curandero siempre quería que la turista le platicará sobre la forma de vida allá, y el curandero sabe que se perdió de experiencias que quizá enriquecieran su vida.
Así, una turista navegando sin brújula en plena libertad, y un curandero estable emocionalmente pero con la nostalgia de no haber cambiado su forma de vivir, de haberse sentido como encerrado en casa y no haberse lanzado a la aventura por lo desconocido que queda con un velo.
El curandero le dice claramente a la turista que disfruta charlar con ella porque quiere saber cómo viven, sienten, sueñan en ese mundo que él no tendrá oportunidad de ver, y que solo gracias a la turista puede imaginar.
Y ahí está que los libros son manantiales de relatos de experiencias que imaginaron o realmente vivieron seres humanos con mucha fantasía, y que un lector es como el curandero, alguién que disfruta de la lectura de relatos maravillosos (en el caso del curandero de la escucha de esos relatos), y que sabe que según las circunstancias que se interpongan quizá podría realizar una vida que se asemeje a la de los libros, o que se realice en un nuevo espacio del que no se conozca mucho, o que sea el mismo espacio pero donde siempre sus fantasías se enriquezcan, quizá el curandero era feliz porque siempre era depositario de más y más ilusiones que le traían de fuera, y que lo mantenían en un entretenimiento con comprender su ser aunque no fuera turista ni se encontrará con ansiedad o depresión.
(Escrito a partir de la lectura de best-seller EPL)
Visitas al sitio
IL POSTINO
lunes, 28 de marzo de 2011
EL CURANDERO Y LA TURISTA
Etiquetas:
DE - LECTIVO,
ESQUIZOFRENIA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario