"No soy el coco. ¿Pero no me reconozco? ¿Quién soy?" En primera plana, la Primera Dama resalta el debate que se da en este año conmemorativo: ¿el mexicano ha perdido su identidad?
¿cómo celebrar los festejos del Centenario y Bicentenario si no se sienten como propios?
Siempre hay contraste, y así ha sido la vida del México Independiente, del México post-revolucionario, querer encajonar o convertir en estereotipo al mexicano es equivocado, hay una diversidad que guste o no, se debe aceptar. Y es aquí donde surge la discordia: ¿por qué no respetar a los que sobresalen o a los que son extravagantes o los que no les gusta la uniformidad?
En un mundo que cambia tecnológicamente con rapidez, los seres humanos van cambiando sus rutinas de vida y adaptándolas a la modernidad.
En el priato, se tenía un mundo asfixiante, se tenía que hacer fila, era prohibido disentir, la acción era determinada por el gusto o la extravagancia del Presidente en turno, el miedo paralizaba la alegría del pueblo. Según Beatriz Paredes: "Sólo le tengo miedo al coco" y la correción política al instante: "como soy una niña que me porto bien, tampoco le tengo miedo al coco". Se podría interpretar que hay que tenerle miedo al coco y que hay que portarse bien para no ser espantados por el coco. Pero cómo se puede desarrollar la identidad en un niño, si la represión es la vara favorita de educación de los padres. ¿Qué identidad puede haber en quién es enseñado a obedecer como borrego y a ser guiado casi a ciegas por el pastor en turno? La identidad se pierde en un mundo convulsionado donde como autómatas se procede a la acumulación de riquezas sin ton ni son, donde el ser se define como el tener, donde la compañía de lo que consumo supera cualquier otra idea de amistad. Y esto no es herencia del PRI, son circunstancias que han vuelto a un país pobre totalmente dependiente del mercado.
¿Cómo va a sentir la gente como suya la gloriosa historia nacional? No es la obligatoriedad de los homenajes, parece ser que hay mucha gente que detesta el ser observador y aplaudidor. Y por la dinámica de la vida, quita tiempo recordar cosas vanas o que no parecen tener incidencia. La Primera Dama quisiera que la actitud rijosa de los actores políticos se centrará en el rescate de la identidad del mexicano. Pero siempre, quien lleva el mando, le impone el estilo, y es donde ya muchos no quieren participar. La Derecha apuesta a un modelo del ciudadano noble, que no contradice, que aplaude en los actos públicos, que acepta los héroes patrios como defensores de valores que supone ya implantados, es decir, la Derecha presenta un mundo feliz, donde la fiesta está arreglada para tal día, y hay que arreglarse con los mejores trapos, para convalidar con alegría lo que no es, pero con optimismo y mucha imaginación es la celebración, por ello se valen de artistas, deportistas y demás glorias para por medio del engaño de una felicidad vacua cumplir con la tradición. La Derecha está atrapada en el discurso de celebración de la libertad y la revolución social, y los ciudadanos calificarán qué tanto es farsa, qué cambios de fondo tiene el país, porque no hay brindis si no hay por qué. Los príistas de Chihuahua se lanzan al acto heroico de cambio de poderes, que puede ser publicitario, y qué pasará con la Reforma del Estado, si se logra debería ir al fondo y no ser sólo publicitaria. Porque ni aún con toda la publicidad el Estado convencerá a un ciudadano que se ha vuelto crítico, desconfía, se cuestiona y ya no se chupa el dedo.
Hay una confrontación entre dos formas de vida, y esto no debe causar espanto, ni rasgarse las vestiduras, que por ejemplo, Derrida contraponga las ideas de Jean Genet con la problemática de la familia cristiana en Hegel (RETAMA: FLORES PARA HEGEL), sólo da más visión sobre el debate entre el conservador y el liberal.
Por ello, no sólo hay que mirar el espejo, y ver que no entiendes quién eres, y luego refugiarte en "Atínale qué precio tiene" o "Lo que 100 mexicanos dicen que dicen" o "Todo el mundo uniforme cree porque ve la tele que no sabe... y debe estar mejor informado", ¿a dónde va el país donde explícitamente se dice que "los mexicanos tienen la tele que se merecen"? Es como sentir el reflejo de una identidad, no en un espejo, sino en una tele. Y como fanáticos adoradores de lo vulgar se confirma esa identidad vulgar, donde hay fiesta donde hay pobreza, donde hay circo donde hay triste realidad, donde hay mentira donde no hay identidad.
Es urgente que si hay atrevimiento por mirar al espejo, haya atrevimiento para cruzar como Alicia al otro lado del espejo, y constatar que como dice Hamlet: "Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio. Que las que sospecha tu filosofía".
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IL POSTINO
martes, 9 de febrero de 2010
ATREVERSE A MIRAR EL ESPEJO
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