Relataré aquí lo que viví. El horror allí no es gigantesco. En Gandersheim no había ni cámara de gas, ni crematorio. Allí el horror era oscuridad, falta absoluta de referencias, soledad, opresión incesante, aniquilamiento lento. El motivo de nuestra lucha sólo fue la reivindicación frenética, y casi siempre solitaria, de seguir siendo hombres, hasta el final.
Los héroes históricos o literarios que conocemos habrán gritado al amor, a la soledad, a la angustia del ser o del no-ser, a la venganza, o se habrán lanzado contra la injusticia y la humillación, pero no creemos que se hayan visto llevados a expresar como única y última reivindicación un sentimiento límite de pertenencia a la especie.
Decir que uno se sentía cuestionado como hombre, como miembro de la especie, puede aparecer como un sentimiento retrospectivo, una explicación a posteriori. Fue eso, sin embargo, lo que vivimos de manera más inmediata y constante, y es eso, exactamente eso, lo que querían los otros. Sentirse cuestionado en su calidad de hombre provoca una reivindicación casi biológica de pertenencia a la especie humana. Sirve luego para meditar sobre los límites de esa especie, sobre su distancia con la "naturaleza" y su relación con ésta, sobre cierta soledad de la especie entonces, y, finalmente, para concebir sobre todo una visión clara de su unidad indivisible.
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lunes, 13 de mayo de 2013
SENTIMIENTO LÍMITE DE PERTENENCIA A LA ESPECIE
Etiquetas:
L'ESPÈCE HUMAINE,
ROBERT ANTELME
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