- Bueno; ¿y qué? Cada cual busca lo mejor. El pez...; es decir, cada cual busca su clase de comodidad. Eso es todo. Hace muchísimo tiempo que se sabe.
- ¿Comodidad dices?
- Bueno; ¿vale la pena reñir por una palabra?
- No, tú has dicho bien; pongamos comodidad. Dios es imprescindible, y por eso, tiene que existir.
- Está muy bien.
- Pero yo sé que no hay Dios ni puede haberlo.
- Es lo más probable.
- ¿Y no comprendes que un hombre que tiene dos ideas semejantes no puede seguir viviendo?
- Tiene que pegarse un tiro, ¿no?
- ¿Es que no comprendes que por sólo eso puede uno matarse? ¿No comprendes que puede haber un hombre, un solo hombre entre miles de millones de hombres, uno solo que no quiera aguantar eso y no lo aguante?
- Sólo comprendo que usted por lo visto, vacila... Eso está muy mal.
- A Stavroguin también se lo ha comido una idea -prosiguió, sin oír la observación, Kirillov, dando paseos, malhumorado, por la estancia.
- ¿Cómo? -inquirió, aguzando el oído, Piotr Stepánovich-. ¿Qué idea? ¿Le dijo él a usted algo?
- No, sino que yo lo he adivinado; Stavroguin, si cree, no cree que cree. Si no cree, no cree que no cree.
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domingo, 12 de mayo de 2013
LA COMODIDAD DE LA CREENCIA (Demonios, Dostoievski)
Etiquetas:
DEMONIOS,
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