No sé por qué parecíale a ella que en el gobierno se ocultaba, irremisiblemente, una conspiración política. Piotr Stepánovich, con su silencio en unos casos y sus alusiones en otros, contribuía a afianzar en su ánimo aquella extraña idea. Se lo imaginaba en tratos con todo, es decir, con todo lo revolucionario de Rusia, y, al mismo tiempo, adicto a ella hasta la idolatría. El descubrimiento de la conspiración, la gratitud de Petersburgo, el progreso de la carrera, la eficacia del "mimo" a los jóvenes para tenerlos a raya..., todo eso bullía en su fantasioso cerebro. Porque así como había salvado, sometido a Piotr Stepánovich (de eso estaba inquebrantablemente convencida), salvaría también a los demás. Ninguno, ninguno de ellos se perdería; ella los salvaría a todos; los encarrilaría, daría informes de ellos en ese sentido; se conduciría con miras a una suprema justicia, y hasta es posible que la historia y todo el liberalismo ruso tuviesen que bendecir su nombre; pero la conjuración, sin embargo, se descubriría. Todas las ventajas de un golpe.
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IL POSTINO
miércoles, 8 de mayo de 2013
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