Un viejo cisne de los fiordos lejanos, con sus cabellos blancos como la nieve, ella tenía, bajo sus rasgos más bien endurecidos que marchitados por los años, los restos congelados de esta belleza amarillada de las chicas de la Noruega que derramaban la cerveza espumosa dentro de estas bellas copas de marfil humano, huecos dentro del cráneo de los enemigos. Sus grandes rostros, vírgenes de las pasiones que calcinan el rostro de los hombres, tienen una placidez todopoderosa.
Pero sus ojos, de un azul de ultramar en otro tiempo, y "llegados a gris, decía ella aún, a fuerza de observar tan largo tiempo las cosas de la vida", tenían la perdición y el velo de estos ojos donde la preocupación domina.
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IL POSTINO
lunes, 31 de enero de 2011
DE LOS FIORDOS LEJANOS
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ESQUIZOFRENIA
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