"Inclinado sobre la espalda de piel suave y movible, pero llena, y atento a aquel insólito cometido que le enrojecía la frente, Ulrich se sintió halagado por una sensación que no podía traducirse en palabras; podía decirse que su cuerpo se sentía acometido a la vez por el hecho de tener tan cerca una mujer y de no tener a una mujer; pero también podía afirmarse que se mantenía sin dudarlo dentro de sus zapatos, pero arrastrado a la vez fuera de sí mismo, como si le hubiesen dotado de un segundo cuerpo, mucho más bello.
Tras volver a erguirse, lo primero que le dijo a su hermana fue:
-Ahora sé lo que eres: ¡eres mi amor propio!
Sonaba muy extraño, pero con aquellas palabras describía Ulrich lo que realmente sentía.
-El amor propio, tan acentuado en otras personas, es algo que, en cierto sentido, me ha faltado siempre -explicó-, y ahora, al parecer, sea por error o por influjo del destino, se ha personificado en ti, en lugar de hacerlo en mí mismo -añadió sin transición."
No podía traducirse en palabras
Adieu Au Langage
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