Estaba solo,
y solo estuvo siempre.
Cosa que él hiciera, intentara o propusiera,
ella le salía enseguida al paso
para atajarlo de la manera directa,
cortante y un poco brutal incluso,
que era propia de su natural sincero.
¡Ahora lo veo tan claro!:
en último extremo,
lo que ella desaprobaba, censuraba y condenaba
no era este o aquel acto suyo,
sino a él mismo.
Era a él,
a quien —sin perjuicio de quererlo mucho—
rechazaba desde el fondo de su ser.
Irreconciliables, como el agua y el fuego.
¡Hubiera tenido que suprimirse!
Y eso es lo que ha hecho ahora:
S U P R I M I R S E
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