LOS CONDENADOS
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SUFREN POR LO EFÍMERO
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EL CIELO
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SE ALCANZA
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BUSCANDO LO ETERNO, LA PERFECCIÓN
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Al finalizar la oscura Edad Media:
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El pontificado de Pablo IV marcó una larga pausa en el Concilio de Trento desde el momento en que Giovanni Pietro Caraffa prefirió actuar como un autócrata. En 1557, Caraffa instituyó el Index Librorum Prohibitorum. No fue ninguna sorpresa que los escritos de Lutero, Zwingli, Calvino, Melanchton, Juan Valdez, los Anabaptistas, el Corán, y la Confesión de Augsburg 1531 fueran prohibidos bajo pena de excomunión y posible cárcel o destierro. Pablo IV también proscribió los Scabrous Facetia de Poggio Bracciolini y los escritos de Pietro Aretino.
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La lista incluía todos los libros de Pedro Abelardo, De Monarchia de Dante, todo Maquiavelo, la mayoría de los obras de Erasmo (incluso los Colloquia, la Alabanza de la Tontería, y otros), muchos de Lorenzo Valla, e incluso un texto identificado como el Comentario de Alcuin sobre la Trinidad que fue acusado de apoyar a Calvino.
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A finales de la edad media la filosofía escolástica había triunfado sobre aquellas ideologías paganas llegadas principalmente del mundo musulmán. Santo Tomás de Aquino se había consolidado como una de las grandes mentes y, posteriormente, sería reconocido como doctor de la Iglesia. No obstante, en el ambiente se sentía ese enrarecimiento que sólo vaticina luchas encarnizadas de poder entre las diferentes congregaciones de la Iglesia. Ésta se reservaba para sí misma la capacidad discernidora sobre qué conocimiento prohibir o permitir al vulgo. Es así como los grandes monasterios se convierten en fuertes centros de conocimiento, nuevas bibliotecas de Alejandría, resguardando todo tipo de saber en sus entrañas, a las que sólo Dios y algunos monjes privilegiados podían acceder.
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Después de la Segunda Guerra Mundial, la persecución a los libros, a los que piensan diferente:
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En 1948, Roma había puesto la obra de Sartre en el índice de libros prohibidos por la Iglesia. La iglesia puso todas sus obras en el índice de libros prohibidos.
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En 1966, Roma había suprimido el índice de libros prohibidos.
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El Índice de Libros Prohibidos, como bien indica el nombre, fue y es un listado de libros censurados por la Inquisición con el objetivo de acabar con la herejía. Unos libros que fueron y son considerados como perjudiciales para la fe y su moral, y como consecuencia, perjudiciales también para la gente. Solo gracias a una licencia especial de parte del Inquisidor General era posible leer un libro prohibido.
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Prohibido pensar, eso es lo que ha proclamado y sigue proclamando la Iglesia Católica. El pensar por sí mismo es y esta siendo un peligro para la santa institución. Y la gente que defiende las "buenas costumbres" de esta institución debería tener consciencia de su pasado oscuro y cambiar su visión. Pues para conocer y juzgar el presente hay que conocer el pasado.
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¿qué sería de los hombres si se vieran privados del conocimiento?, o si un sólo ser quisiera tomar para sí la sabiduría y no compartirla.
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El Nombre de la Rosa de Umberto Eco se publica en 1980.
La novela te atrapa desde el principio, sigues la lectura como Adso sigue a su maestro, y sólo el ingenio de un escritor como Eco puede hacer que lo horrorífico nazca en un espacio dedicado a Dios, una abadía. Y que el cáncer de la maldad se halle en una Biblioteca.
Un crítico como Víctor Bravo en Venezuela piensa que "en el relato, ante el hecho fantástico que persiste, hay dos posibles actitudes: el asombro, que se trueca en el horror o en la risa; o la falta de asombro, que produce la puesta en escena del absurdo", dos elementos presentes en el texto de Eco, la risa y el horror. Es más, el elemento de intriga es un libro prohibido, posiblemente la segunda parte de la Poética de Aristóteles, dedicado a la risa y: "La risa libera al aldeano del miedo al diablo, controlable".
La adaptacíón al cine más conocida es la de 1986 del director francés Jean-Jacques Annaud, protagonizada por el agente 007 Sean Connery.
Jean-Jacques Annaud es también recordado aquí por su film "El amante" un homenaje al libro de Marguerite Duras.
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SUFREN POR LO EFÍMERO
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EL CIELO
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SE ALCANZA
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BUSCANDO LO ETERNO, LA PERFECCIÓN
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Al finalizar la oscura Edad Media:
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El pontificado de Pablo IV marcó una larga pausa en el Concilio de Trento desde el momento en que Giovanni Pietro Caraffa prefirió actuar como un autócrata. En 1557, Caraffa instituyó el Index Librorum Prohibitorum. No fue ninguna sorpresa que los escritos de Lutero, Zwingli, Calvino, Melanchton, Juan Valdez, los Anabaptistas, el Corán, y la Confesión de Augsburg 1531 fueran prohibidos bajo pena de excomunión y posible cárcel o destierro. Pablo IV también proscribió los Scabrous Facetia de Poggio Bracciolini y los escritos de Pietro Aretino.
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La lista incluía todos los libros de Pedro Abelardo, De Monarchia de Dante, todo Maquiavelo, la mayoría de los obras de Erasmo (incluso los Colloquia, la Alabanza de la Tontería, y otros), muchos de Lorenzo Valla, e incluso un texto identificado como el Comentario de Alcuin sobre la Trinidad que fue acusado de apoyar a Calvino.
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A finales de la edad media la filosofía escolástica había triunfado sobre aquellas ideologías paganas llegadas principalmente del mundo musulmán. Santo Tomás de Aquino se había consolidado como una de las grandes mentes y, posteriormente, sería reconocido como doctor de la Iglesia. No obstante, en el ambiente se sentía ese enrarecimiento que sólo vaticina luchas encarnizadas de poder entre las diferentes congregaciones de la Iglesia. Ésta se reservaba para sí misma la capacidad discernidora sobre qué conocimiento prohibir o permitir al vulgo. Es así como los grandes monasterios se convierten en fuertes centros de conocimiento, nuevas bibliotecas de Alejandría, resguardando todo tipo de saber en sus entrañas, a las que sólo Dios y algunos monjes privilegiados podían acceder.
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Después de la Segunda Guerra Mundial, la persecución a los libros, a los que piensan diferente:
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En 1948, Roma había puesto la obra de Sartre en el índice de libros prohibidos por la Iglesia. La iglesia puso todas sus obras en el índice de libros prohibidos.
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En 1966, Roma había suprimido el índice de libros prohibidos.
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El Índice de Libros Prohibidos, como bien indica el nombre, fue y es un listado de libros censurados por la Inquisición con el objetivo de acabar con la herejía. Unos libros que fueron y son considerados como perjudiciales para la fe y su moral, y como consecuencia, perjudiciales también para la gente. Solo gracias a una licencia especial de parte del Inquisidor General era posible leer un libro prohibido.
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Prohibido pensar, eso es lo que ha proclamado y sigue proclamando la Iglesia Católica. El pensar por sí mismo es y esta siendo un peligro para la santa institución. Y la gente que defiende las "buenas costumbres" de esta institución debería tener consciencia de su pasado oscuro y cambiar su visión. Pues para conocer y juzgar el presente hay que conocer el pasado.
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¿qué sería de los hombres si se vieran privados del conocimiento?, o si un sólo ser quisiera tomar para sí la sabiduría y no compartirla.
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El Nombre de la Rosa de Umberto Eco se publica en 1980.
La novela te atrapa desde el principio, sigues la lectura como Adso sigue a su maestro, y sólo el ingenio de un escritor como Eco puede hacer que lo horrorífico nazca en un espacio dedicado a Dios, una abadía. Y que el cáncer de la maldad se halle en una Biblioteca.
Un crítico como Víctor Bravo en Venezuela piensa que "en el relato, ante el hecho fantástico que persiste, hay dos posibles actitudes: el asombro, que se trueca en el horror o en la risa; o la falta de asombro, que produce la puesta en escena del absurdo", dos elementos presentes en el texto de Eco, la risa y el horror. Es más, el elemento de intriga es un libro prohibido, posiblemente la segunda parte de la Poética de Aristóteles, dedicado a la risa y: "La risa libera al aldeano del miedo al diablo, controlable".
La adaptacíón al cine más conocida es la de 1986 del director francés Jean-Jacques Annaud, protagonizada por el agente 007 Sean Connery.
Jean-Jacques Annaud es también recordado aquí por su film "El amante" un homenaje al libro de Marguerite Duras.
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"Stat rosa pristina nomine,
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nomina nuda tenemos"
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