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IL POSTINO

IL POSTINO

martes, 11 de enero de 2011

LA MÁSCARA SE CAE AL FINAL

... estoy dispuesto a apostar que es la misma máscara que ella le veía siempre: en la mesa, donde presidía, tan imponente bajo la peluca empolvada; de mañana, cuando ella entraba, temblorosa, en su escritorio, y él le tendía la mejilla áspera para que se la besase; o bien cuando se cruzaban, mientras él realizaba la gira de inspección, seguido de su administrador, en las alamedas del parque.

Solo una vez, justamente a último momento, cuando él iba a morir, ella vio, en el mismo momento en que se inclinaba sobre su rostro para intentar comprender las palabras que balbuceaba moviendo penosamente la lengua paralizada -acaso dijera "douchenka", mi almita, o acaso "droujok", amiga mía, no había podido comprenderlas, era tan extraordinario, tan inesperado-, solo en aquel momento vio por primera vez distenderse la máscara, deshacerse y convertirse en otro rostro, en un rostro nuevo que ella jamás había conocido, lastimoso, un tanto infantil, tímido y tierno.

Creo que debió ser la víspera o el día de su muerte.

Todo induce a creer (y sin duda Tolstoi también lo pensaba) que siempre se había contraído, entumecido, para que algo que había en él de demasiado fuerte, de demasiado violento, no rompiera las cadenas y se liberara: un sentimiento, un amor tal vez, tan violento que le parecía que se escaparía de él como un toro furioso, como un lobo ávido, aullando, y que él contenía bajo la máscara endurecida, cerrada, para impedirle escapar.

A veces, incapaz de contenerlo, durante algunos instantes lo dejaba surgir, todo deformado, permitía que se retorciera repugnantemente en risotadas, en vociferaciones, en exclamaciones de odio.

Solo a último momento -ya nada había que temer: la muerte estaba muy cercana y le faltaban las fuerzas- se atrevió a aflojar el torno con que lo tenía comprimido, y su amor, del todo adormecido, titubeante, se escapó de él.

(de la novela de N.S.)

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