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IL POSTINO

IL POSTINO

sábado, 11 de mayo de 2013

EN UNA TELA DE ARAÑA (Demonios, Dostoievski)

 - (...) ¡Señores! Veinte años atrás, en vísperas de la guerra con media Europa, Rusia era el ideal a los ojos de todos los estadistas y consejeros secretos. La literatura estaba al servicio de la censura; en las Universidades se enseñaba a marcar el paso; el Ejército se había convertido en un cuerpo de baile, y el pueblo pagaba los impuestos y callaba bajo el látigo del derecho feudal. El patriotismo se había convertido en un cochino exprimir a los vivos y a los muertos. Los que a eso no se prestaban eran tenidos por rebeldes, porque alteraban la armonía. Los bosques de abedules se devastaban en provecho del orden. Europa temblaba... Pero nunca Rusia, , con todos los mil estúpidos años de su vida, había llegado a tal oprobio...

Alzó el puño, agitándolo triunfal y amenazador por encima de su cabeza, y de pronto, con violencia, dejólo caer, cual si redujera a polvo a un adversario. Un clamor insistente dejóse oír por todos lados, sonaron aplausos entusiásticos. Aplaudía casi la mitad de la sala; se dejaban seducir los más ingenuos; estaban deshonrando a Rusia allí, en público, delante de todo el mundo, ¿cómo no rugir de entusiasmo?

 - ¡Eso es! ¡Eso es! ¡Hurra! ¡No, eso ya no es estética!

El maníaco prosiguió, radiante:

 - De entonces acá han pasado veinte años. Se han abierto las Universidades y se han multiplicado. El paso marcial se ha convertido en una leyenda; faltan miles de oficiales para completar el cupo. Los ferrocarriles enlazan entre sí a todas las capitales y envuelven a Rusia en una tela de araña, de suerte que dentro de quince años podréis viajar por donde queráis; los puentes sólo arden de cuando en cuando; pero las ciudades arden de un modo regular, con arreglo a un orden establecido por turnos en la época de los calores. En los Tribunales se pronuncian sentencias salomónicas, y si los jurados se dejan untar, es sólo en virtud de la lucha por la existencia cuando se hallan a punto de morir de hambre: Los siervos gozan de libertad y se azotan unos a otros, en vez de que los azoten sus señores, como antes. Mares y océanos de vodka se consumen en aras del presupuesto, y en Novogórod, en lugar de la antigua e inútil iglesia de Sofía..., han erigido solemnemente una colosal esfera de bronce en memoria del desorden y la estupidez que de un milenio acá ha venido menguando. Europa frunce el ceño y otra vez vuelve a inquietarse... Quince años de reformas. Y, sin embargo, nunca Rusia, ni aun en las más grotescas épocas de su estúpida historia, llegó...

Las últimas palabras fue imposible oírlas por el clamoreo de la muchedumbre. Pude ver cómo de nuevo alzaba el puño y lo volvía a dejar caer triunfalmente. El entusiasmo rebasó todos los límites; gritaban, batían palmas, y hasta algunas señoras clamaban: ¡Basta! ¡No podrá usted decir nada mejor!" Estaban como beodos. El orador pasaba revista a todos con sus miradas y parecía fundirse en su sentimiento de triunfo. Pude ver cómo Lembke, con indescriptible emoción, indicábale algo a no sé quien. Iulia Mijaílovna, toda pálida, hablaba de carretilla no sé de qué al príncipe, que se había acercado a ella a toda prisa... Pero en aquel instante toda una pandilla de seis hombres, personajes más o menos oficiales, salió de entre bastidores y se precipitó a la tribuna, apoderándose del orador y llevándoselo de allí. No me explico cómo aquél pudo zafarse de ellos; pero se zafó: Volvió a adelantarse hasta la tribuna y pudo aún gritar con todas sus fuerzas, agitando el puño:

 - Pero nunca Rusia llegó a...

Pero entonces se lo volvieron a llevar de allí. Vi como unos quince hombres, aproximadamente, lograron llevárselo a entre bastidores, pero no al través de la tribuna, sino de costado, tropezando con el ligero tabique, al que acabaron por derribar... Vi luego, sin dar crédito a mis ojos, cómo de pronto apareció en la tribuna, salida de no sé dónde, la estudiante (la pariente de Virguinskii), con su mismo rollo de papeles bajo el brazo, el mismo traje, igual de coloradota y oronda, rodeada de dos o tres mujeres y dos o tres hombres y seguida por su mortal enemigo el colegial. Y pude oírle también esta frase:

 - Señores, he venido para hablar de los sufrimientos de las desgraciadas estudiantes y despertar en todas partes el espíritu de protesta.

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