Su táctica consistía en perfeccionar una imitación de mi persona, tanto en palabras como en hechos, y Wilson desempeñaba admirablemente su papel.
Mi forma de vestir era fácil de copiar;
se apropió sin dificultad de mi manera de caminar y de mis actitudes,
y a pesar de su defecto constitucional,
ni siquiera mi voz escapó a su imitación.
Por supuesto que no intentaba imitar mis tonos más fuertes, pero la tonalidad general de mi voz era idéntica;
y su extraño susurro llegó a convertirse
en el eco mismo de mi voz.
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