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IL POSTINO

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domingo, 25 de octubre de 2009

DEL VAUDOU AL RITO CRISTIANO...

La creencia en un rito con toda su ornamentación, sus protocolos, sus rezos a un ser supremo, su simbolismo, han cautivado al humano desde que al intentarse explicar los fenómenos naturales los quiere volver sus aliados, y les realizan sacrificios, plegarias, penitencias, bailes, ofrendas, que desde un punto antropológico nos remiten a que el ser humano sigue gobernado por el miedo, y busca su protección en una estructura que cobije, tape, vele lo que considere amenazador.

¿Quién visita Haití con gusto, y sin temor a ser embrujado? Algún día lo hizo Bill Clinton dando un discurso para justificar una de las tantas invasiones norteamericanas, el pueblo congregado esperaba una señal, y como por arte de magia cuando Clinton finaliza una paloma se posa sobre el micrófono, la gente concede que fue una buena señal, si no creemos que el Espíritu Santo se atravesó para que el político ya se callara.

¿Hasta dónde debemos dar validez a nuestras creencias? Si existe fe existe un credo. Supongamos a la Diosa Razón ante la cual se arrodillan un montón de fieles, reúne multitudes a su alrededor, ya que se construyen ciudades y se puede viajar a la Luna, pero existe un problema lógico cuando se piensa en qué sucede después de la muerte o qué sentido tiene la vida humana, y desde luego, qué pasará con la propiedad que ha costado dinero cuando uno muere, parece una carrera sin sentido, donde todos dan vueltas en círculo, y todos ganan que su posteridad será sepultada.

Los blancos se presuponían al colonizar América, como los cultivadores de una epopeya, convertir en una nueva Europa esta tierra prometida, se contaba con riquezas naturales y gente que con engaños trabajaría más barato, nos encontramos con que a veces el miedo inspirado por el látigo conquistador forzaba a los nativos a obedecer, empero aquí los blancos se aburrían, no era el mismo clima, no había el entendimiento, no había garantía de salir airosos porque se encontraban a expensas de lo que la Metrópoli los aprovisionaba, les compraba. Llegaron al comercio de esclavos, puesto que el rendimiento y la obediencia de los negros les garantizaba el provecho de no perder en sus empresas.

El vaudou, con sus peligrosos conjuros, se arma como ese tambor de guerra que resuena en las batallas, los blancos no lo pueden creer, de pronto los han salado, les sale todo al revés, y empiezan a tener pérdidas en vez de ganancias, sucede que o se dedican a follar o a emborracharse, y siguen incubando el odio latente de quienes trabajan a extenuarse y sufren carestía mientras los otros se la dan de vividores despilfarrando lo que tienen en exceso y no comparten. La envidia al blanco y a su esposa manos de seda, a sus hijos risueños y juguetones, nos lleva a que los negros inicien la rebelión, se ha sembrado veneno, un dios-hombre ha conminado a los esclavos a hacer crecer la ola de la muerte, los engreídos blancos presos del conformismo, se han acostumbrado a evitar los sufrimientos y el veneno se los lleva, todo ha salido como se planeó: los blancos están muertos de miedo y preparan sus maletas a Santiago de Cuba.

Pero, esto no se queda así, cómo un pueblo incivilizado, bárbaro porque dicen que aprovechando el descontento realizó saqueos, cometió violaciones a mujeres blancas y mató a sus benignos padres blancos que les enseñaban, los educaban para que se supieran comportar; lo triste es que los blancos que realizaron la conquista, sabían meter miedo a los indígenas, y violaban a sus mujeres, y también saqueaban porque la propiedad original era de los incultos, y debido a una invasión se da el despojo y la riqueza americana se vuelve una parte sustanciosa del desarrollo europeo.

Aquí checamos que si bien el indígena deseaba con ahínco la muerte de sus torturadores o verdugos de su raza, su resistencia inicial era pasiva, se daba a partir de suposiciones trascendentales, si le pongo agujas a este muñequito dañó al patrón como él pega con su látigo, que si le saco el corazón a la vaca y se lo comen crudo, pues así sufrirá la dueña un desamor o que su corazón no encuentra alivio, y así llegamos hasta Solimán que llegó a contarle a la misma princesa blanca que si él le frotaba su cuerpo, su esposo recuperaría la salud, evidentemente Solimán llegó a consolar a la princesa, pero el ejército blanco sufrió de enfermedad hasta ser derrotado. Sí, pudo haber hechicería, o será acaso que cuando los blancos fracasaban buscaban colgar brujas o quemar herejes, algo hay del sometimiento del poder buscando los chivos expiatorios, pero acaso la razón ilustrada no prohibe el regreso a la ley primitiva de que la violencia es la herramienta del sometimiento, que acaso no se daba ya el valor de humanos a todos los seres humanos, y se dejaba a un lado la discriminación. Pero se trataba de apaciguar a las multitudes y se buscaba quien apagará esa ansiedad por castigar a los culpables o amedrentar a los esclavos, someterlos más, con inyecciones de miedo, en París rodaban cabezas y la multitud aplaudía, en Haití quemaban a los brujos y la multitud se atemorizaba.

El aborigen ve la cabeza de un blanco puesta en exhibición en una peluquería, y al lado observa la cabeza de un chivo en una carnicería, trata de contraponer las imágenes, y supone que la cabeza de blanco estaría acompañada con verduras y con una manzana en la boca, de pronto el aborigen no le otorga un valor a ese ser que lo castiga o lo pone a trabajar, es decir, lo considera un maniático animal que por lo pronto tiene indefenso al nativo, pero he aquí que algún día Viernes aprendió a usar el arma de Robinson y lo puso a trabajar como su esclavo.

Una esclavitud de negros por otros negros, y luego la copia de la corte europea emulada por la recién creada monarquía de Henri Christophe quien abandona el vaudou y convierte a sus súbditos al cristianismo, porque eso sí, de pronto el aborigen se siente cautivado por esas grandes construcciones, por esos ídolos enormes semejantes a los humanos, pero de mayores dimensiones, y sobre todo inmutables, y desde luego, el despilfarro acostumbrado de cera derritiéndose, humo de incienso aromatizando el sitio, y el oro móvil tintineando en las vasijas, como el oro incrustado que engalana la vanidad del templo. Como sucede que los pobres nativos, se arrodillan para no recibir el látigo, cuando la enseñanza era sufrir como Cristo si se posee la verdad divina aunque no entiendan los fariseos, pero simulan y hacen creer a los poderosos que siguen una fe, que ni entienden ni sienten, solo buscan esa seguridad que da seguirle la corriente al loco patrón que ha enloquecido y que de pronto ha despilfarrado buena parte de su economía, por el lujo de seguirlos viendo arrodillados, pero no ante los dioses naturales, sino con saña ante unos dioses artificiales que son construidos a imagen y semejanza de quien ostenta el poder. ¿por qué Henri Christophe se volvió loco y ganándose la antipatía de su pueblo negro, olvidó el vaudou y se dedicó a hacer construcciones monumentales queriendo hacer el palacio de Versalles o el Escorial en América? Mientras gobernaba con mano dura, la gente se tragaba el odio que ya le profesaba, pero deseaban con ahínco y con vaodou, derribar a ese que se sintió dios y demostró ser un humano que al ser la cúspide de la estructura, dejó abatida a la base que sólo esperaba hacerse un lado para dejarlo caer.

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