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IL POSTINO

IL POSTINO

miércoles, 27 de noviembre de 2013

UN HERMOSO CERDO FELIZ

"-¿Sabes? -le había replicado Gregorio en esa ocasión, apretando los dientes de cólera-. ¿Sabes que el hombre es el milagro más bello de la naturaleza? -hablaba con un énfasis romántico en sus palabras, conmoviéndose más y más a medida en que las oía-. ¿Por qué quieres rebajarlo entonces a la condición de un hermoso cerdo feliz? El hombre es la materia que piensa. ¿Comprendes? La materia consciente de que existe, es decir, consciente también de que dejará de existir. La 'floración más alta' de la materia, llamaba Engels, ese señor al que no has leído nunca, al espíritu pensante. Ahora bien. Esa floración más alta ha de extinguirse, en virtud de una ley inexorable, dentro del espacio limitado, sistema solar o lo que quieras, en el tiempo infinito, en el devenir incesante y eterno de la materia. En esto, en la conciencia de esta extinción y de este acabamiento, radica la verdadera dignidad del hombre, quiere decir, su verdadero dolor, su desesperanza y su soledad más puras. Pues lo que pretendemos crear en última instancia es un mundo de hombres desesperanzados y solitarios. Claro que no en el sentido wertheriano y burgués de la palabra; no en el sentido estrechamente individualista, sino, en cierto modo, si lo quieres en el sentido bíblico, como lo expresa el Eclesiastés -había citado textualmente el versículo-: 'en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor'. Ni más ni menos. El dolor de conocer. El sufrimiento de la sabiduría. Un hombre heroica, alegremente desesperado, irremediablemente solo. Ninguna creencia en absolutos. ¡A la chingada cualquier creencia en absolutos! Los hombres se inventan absolutos, Dios, Justicia, Libertad, Amor, etcétera, etcétera, porque necesitan un asidero para defenderse del Infinito, porque tienen miedo de descubrir la inutilidad intrínseca del hombre. Sí, lo asombroso no es la inexistencia de verdades absolutas, sino que el hombre las busque y las invente con ese afán febril, desmesurado, de jugador tramposo, de ratero a la alta escuela. En cuanto cree haber descubierto esas verdades, respira tranquilamente. Ha hecho el gran negocio. Ha encontrado una razón de vivir. ¡Bah! Hay que decirlo a voz en cuello: el hombre no tiene ninguna finalidad, ninguna 'razón' de vivir."

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