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IL POSTINO

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miércoles, 1 de abril de 2009

ARTHUR MILLER: The Crucible

Muy triste, Salem: la histórica cacería de brujas, la creencia aferrada a que el demonio motiva las acciones de las personas, las posee, las hace suyas, un tribunal que no escucha y que sigue imputando cargos para condenar.

Profunda tristeza que seres humanos sean arrastrados a una muerte sin defensa porque sea escuchada su verdad, que clama por salir, grita desde el interior, y dice que son inocentes, aunque su asunto sea considerado caso juzgado.

Es de proceder político mentir para alcanzar los fines, y si el fin es salvar la honra del esposo infiel para que la comunidad no lo denigre, y si el fin es salvar esta existencia concedida pero siempre frágil, y si el fin es vengarse de quienes te han causado daño o de quienes no encajan en el mundo de cristal que se construye de ficciones y añoranzas, pero la mentira dicha mil veces es el argumento de Himmler para realizar la propaganda de la verdad de su régimen.

Doloroso, es ver que alguien no puede defenderse ante la calumnia, y se reúnen esos visionarios que dicen es malo, porque siempre tratan de protegerse las buenas conciencias, y así tenemos que los personajes de Arthur Miller luchan por ser reconocidos y aceptados por la sociedad norteamericana, es muy triste que se tuviera en el olvido a un escritor como Poe, y que se estigmatizara su vida como la de un alcohólico, como la de un miserable, como algo ‘feo’, porque propiamente el mundo que nos trae Poe en sus cuentos no es un lecho de rosas. Baudelaire subraya la palabra ‘perversidad’ en el cuento titulado ‘El Gato Negro’ y nos remite a que las pesadillas de los perversos son traídas con la magia lingüística por ese genio de las letras, vilipendiado por no ser comprendido. ¿Hasta dónde se puede ocultar un crimen y el remordimiento?

Desde luego, los acusadores de brujas siembran el miedo como si fueran el dedo de un Dios justiciero que quiere condenar, y la próxima víctima podría ser un inocente, la imagen es triste cuando el inocente dice que es inocente pero lo que quiere oír el tribunal es que asuma su culpabilidad, pero el inocente sabe que la culpa es mala y nadie cambiará su opinión de que se manifestará inocente porque sabe qué es inocente. Complacer a un tribunal puede orillar a mentir, y por salvar la vida y hasta para ufanarse del logro puede tocar sin pudor con su bastón ese muro, donde sólo él sabe que se encuentra su crimen.

Quien juzga, siempre quiere permanecer como sin pecado, pero siempre se recuerda que el inocente de hoy puede ser el culpable de mañana (La Rosa Blanca), y desde luego esto tiene fortaleza en que quien condena tiene autoridad para mandar a los cadalsos, así con la autoridad de la propia mente se puede condenar al hastío, y voy a lo siguiente, un alma debe encontrar el perdón de sí mismo, no puede esperar a confesar sus pecados o su falta de virtud ante una iglesia inquisidora o ante el pueblo enardecido por Robespierre, el único perdón está en que su conciencia sea limpia, y cuando un alma se halla atrapada por no encontrarse con ese ángel que le ha mostrado la luz diáfana y pura, que ha puesto esperanza en el camino, que ha motivado a soñar, la condena es irremisible.

Pero ningún tribunal puede hacer retractar a un humano sobre lo qué es bueno para su sentir, si uno cree que está enamorado nadie puede detener al corazón, si uno cree que se tiene que vengar de una afrenta pasada nadie impedirá que Edmundo Dantés ponga en su sitio a los que lo alejaron de la mujer que amaba y con quien no pudo ser feliz porque se lo impidieron esas circunstancias nefastas donde lo incriminan de un delito que nunca cometió, y lo más triste le robaron su tiempo, su juventud, le robaron su posible dicha con esa mujer de quien estaba enamorado, ¿qué camino le quedaba a Mercedes si no podía estar con ese marinerito de mala suerte inculpado de un crimen y encerrado en las mazmorras de If de por vida?

¿Por qué se volvió la venganza una obsesión en Edmundo Dantés, por qué se encerró en no pensar más que en sus planes y acciones vengativos? Él amaba a Mercedes, pero él no pudo vivir con ella, y ya no había sentido ni cordura si él se encontraba separado tras los muros de la prisión, sólo cabía vengarse de los que impidieron su dicha. Pero tras ese muro el gato se preparaba para saltar e indicar a los culpables para que fueran condenados.

Si hay algo que determina a una persona es su estima, su honra, su nombre, y no gusta de ser manchada por lo que no muestra ser lo que a todas luces pretende ser, cada día entra uno en juego apostando su recto caminar por no torcerse y salirse del camino, pero uno es bueno a pesar de haber sido infiel a su esposa, y en cualquier acción de su vida prefiere complacer a su esposa porque la ama, a pesar de haberla engañado, es cuando él ante la cercanía de ser ahorcado le pide a su esposa si lo ha perdonado, y ella dice también he pecado porque si no me hubiera refugiado en una coraza sabrías que desde el principio te he amado mucho, pero fue una omisión grave no manifestarlo. Y así el condenado sabe que su esposa lo que quiere es que viva, que confiese y mienta si eso le puede salvar la vida, porque de nada sirve perder la existencia aunque el motivo sea supremo como el honor, cuando se deja marginado a ese amor que late por verlo vivo, no puede perdonarlo porque eso corresponde a cada uno en su alma, pero no desea su ausencia.

Y el amor hasta el final, jusqu’au bout!, To the End of the Line! Edmundo Dantés se toma el agravio hasta el final, y lo que debió con Mercedes no fue, y eso lo pagan al estilo del barbero de la calle Fleet, y desde luego cuando se toma el mismo autobús como la pareja de Double Indemnity, sólo se puede bajar en la misma parada: el cementerio.

Lo unido al crimen, cae y el gato acusador sale a la luz, y se van los dos por estar unidos hasta el final, jusq’au bout!. To the End of the Line! con la salvedad de que en Perdición, los enamorados quieren salvar su vida cada uno no importando lo que haga el otro, y Edmundo Dantés sólo quiere llevar a cabo la conclusión de su majestuosa venganza, y en The Crucible los enamorados no perderán el juicio de abandonarse aunque tengan que morir en la horca.

La defensa de John Proctor es contundente: “¿Puede alguien arruinar su reputación por sí mismo?”. Lo que él deseaba en el fondo era salvar a su esposa, y si para ello tenía que manchar su honor confesando su adulterio, su infidelidad, que su esposa sepa que es mejor ser un pecador ante los rumores de la gente, si con ello lograba detener la falsa acusación de bruja hecha a su esposa. Como Jean Valjean, cuando se desenmascara y le dice a la Corte: Ya conocen mi nombre, yo soy el que buscan, yo soy Jean Valjean.

1 comentario:

Antonio dijo...

Muy interesante, sigue así