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IL POSTINO

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domingo, 18 de julio de 2010

DE JUGAR AL FANTASMA A SERLO

Se procede a entregar el texto de Ruben Darío sobre el gran poeta francés del Cabaret Chat Noir en Montmartre, por ahora se han presentado cuatro poemas suyos que se han titulado por cuestión de traducción: "La rabia del gato", "Absenta", "La aprensión" y "La tarántula del caos". Con la lectura del ensayo de Darío se abren muchas luces sobre la personalidad de este genio enigmático, continuador del legado de Poe y Baudelaire.


Parte 1/4
Las Tinieblas Enemigas, de Ruben Darío

Los profesores, los sabios oficiales, los doctores de la ciencia humana, que creen haber asido la verdad con cuatro pinzas y cuatro estadísticas; los que ven hasta donde alcanza lo que saben, los que han escamoteado a Dios, os podrán hablar largamente y en términos semigriegos, que complacían ya a Molière, de las causas más o menos probables que han llevado a una horrible muerte a un poeta maldito que estaba casi olvidado: Maurice Rollinat. Yo procuraré deciros sucintamente la pesadilla de su vida y el espanto de su fin. Porque aquí una vez más se cumple Talis vita, finis ita. Todo es uno en el hombre: existencia, obras, impulsos; la fatalidad, que tiene muchos nombres, rige la vida, desde el espermatozoario hasta la podredumbre. Y así hay la fatalidad del bien, como hay fatalidad del mal, fatalidad angélica y fatalidad demoniaca. Y tal hombre desde la cuna va para el altar, y tal otro para la batalla, y tal otro para mirar pensativo las entrañas del mundo. Allí están los instintos y las vocaciones. Vocaciones, es decir, llamamientos, llamamientos de voces inaudibles que están en lo profundo del misterio y de la eternidad. Y la eternidad y el misterio estarán ante las cosas humanas cuando no exista ni el polvo de recuerdo de la sabiduría de hoy, y como estaban en los tiempos en que se levantó la Esfinge egipcíaca y en que había pensadores y sacerdotes en la Atlántida y en Palenque, Chiapas.


Maurice Rollinat fue un poeta de talento, ni mayor ni menor; en todo caso, en las antologías entrará como un poeta menor, a causa de ser su obra casi toda reflejo y eco; reflejo lejano de Poe, eco de Baudelaire. Su poética no alcanzó al simbolismo ni se quedó completamente en el Parnaso. Su alma fue la de un romántico puro, exacerbado, pues hasta en su licantropía tuvo un antecesor en el antiguo batallón huguiano.

Apareció su nombre repentinamente y se apagó de pronto, como un fuego fatuo o de artificio. Era en los tiempos de la impasibilidad parnasiana por un lado y de la sequedad naturalista por otro. Apenas Richepin había puesto por un momento agitación con sus Chansons des Gueux. El ambiente era propicio para otra cosa. Rollinat apareció como cultivador de "flores de mal", rimador y músico macabro. Cantaba en cabarets y salones versos baudelerianos con música suya, y canciones propias, aullantes, gimientes, con una voz lúgubre y un aire más lúgubre aún. Era en los tiempos en que Sarah Bernhardt , entre cuatro cirios, se complacía en dormir en un atáud... Sarah Bernhardt se encantó con el nuevo lírico, que tan bien sentaba a sus nervios. eran los tiempos en que aquel mal sujeto que se llamaba Albert Wolf hacía y deshacía reputaciones en las primeras columnas de Le Figaro, y Albert Wolf dedicó un elogioso artículo al lírico que agradaba a Sarah Bernhardt y París reconoció en seguida que Maurice Rollinat tenía genio. La moda estaba por las neurosis, verdaderas o falsas. ¿Rollinat era sincero, o era poseur (fatuo)?

La tragedia lamentable de sus últimos días, después de tantos años de no variar de actitud, aún lejos de París y sus literaturas, fuerzan a creer que el pobre poeta era sincero. Cuando más, podría suceder que el hábito de estar agitado y la obligación estética de la desesperación le hayan al fin perturbado el cerebro y acabado por lanzarle en el abismo a que tantas veces se asomó. Luego los venenos del carácter, los modificadores del pensamiento, los paraísos artificiales que no son sino infiernos verdaderos, llámense alcohol, morfina, cloral, le acabaron de empujar en el reino temeroso de las tinieblas enemigas. Una vez más se hace palpable la verdad que encierra un decir que se encuentra entre los principios de la antigua Cábala: "No hay que jugar al fantasma, porque se llega a serlo".



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