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IL POSTINO

IL POSTINO

jueves, 29 de julio de 2010

LA PESADILLA DE UN ASCETA

La víbora se mantuvo de pie sobre mi zapato,
me fascinó, fundió sobre mí del primer golpe,
y dejándose deslizar sobre mí de mi cabeza a mi cuello,
me hizo una ondulada y sibilante corbata.

Y además ella desenrrolló sus largos anillos; y loco,
todo mi cuerpo, poseído del monstruo con cabeza plana,
siente el ambiente de una bruma escarlata
la fría ubicuidad de un enlazamiento blando.

Pero ahí está que la bestia, humectando su ojo codicie,
agarrado de los senos, de los cabellos, de los miembros, una boca,
y apretó sus nudos con un aire apasionado:

"¡Oh! ¡Vuelve a ser serpiente! -yo gritaba- horrible dama,
amo mejor, si yo debo morir envenenado,
¡Cien mordeduras de áspid que un solo beso de mujer!"