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IL POSTINO

IL POSTINO

viernes, 17 de abril de 2009

THE HUNGER de Strieber

EL ANSIA (The Hunger), sobre la novela de Strieber.


No querer envejecer, cuando de pronto te das cuenta que la eternidad te ha sido negada, ¿contra quién te quejas? ¿a quién le despotricas? Quisieras barrerlo todo, no dejar vestigio de que te creíste el Circo, y sin embargo, ¡qué días aquellos cuando te sentías Dios! Con una desenvoltura de tu mano cubierta con guantes de seda, esa pose cuando fumabas y suavemente dejabas caer la ceniza, ese aplastar contundente de la colilla cuando la apagabas, y esa brizna que electrizaba el aire hasta morir lentamente.

Pero, se busca esa fuente de la eterna juventud que redima ese miedo al cruel reloj. Te devora, engulle tu ser con el simple transcurrir, y esos dientes blancos de los que te ufanabas, amarillean y se carcomen, y tu debilidad salta a la vista, te encuentras con costras, resequedad, fatiga y sobre todo con mucha hambre, un apetito voraz, el ansia de saciar la privación a la que te ha sometido tu vida.

Desdeñas cualquier posibilidad de caer bajo el cobijo de ese árbol con manzanas podridas, que antes era un elegir y luego la determinación, quedaba tu actuación por encima de la alternativa, y ufanado te atrevías a todo lo imaginable, pero ya entonces canjeabas tu salud plena a la sangre de esos animales que te rodeaban, y en esas fiestas de satisfacción donde te dabas el banquete transgredías ese privilegio no deseado de poder morir.

¿Y cómo contener ese instinto de esa alma disociada que pide alimentarse muy a pesar de la víctima en turno? Un deseo que proviene de ese interior oscuro que quiere devorar corazón, vida, ilusión. Todo. Y si la chispa de esa juventud te atrae, no quedarás satisfecho hasta calmar tu ansia, la robarás, la harás tuya, la engullirás como Cronos, porque no quedará solución, o te burlas del tiempo siendo joven, siempre y cuando te administres una dosis de más carne joven, aunque ellos ya no vivan pues eran alimento, tú te encuentras con tus mejillas sonrojadas dejando que intenten establecer que tu juventud no es natural, se recarga en esos cadáveres de los cuales se hubo saciado ya tu ansia.

Sucede que irremediablemente el tiempo de vida lo marcas tú, como ese voltear el reloj de arena y recomenzar tu oportunidad, la arena se desliza y corre para pasar de un lado al otro por el estrecho canal, y la intención es acabar antes de que la arena pase al otro lado, por lo que la sentencia es se puede jugar con el reloj, y se puede acelerar o retrasar el flujo de la arena, como el movimiento del vaso antes de tirar los dados, por lo que la respuesta al Destino puede estar escrita con chapucería, cuando ese Padre protector te expulsa del Paraíso, y ese cambio en tu habitual transcurrir se ve obligado a satisfacer tu ansia para poder continuar navegando en este mar con tempestad y con soledad que te lleva a no pensar más que en tus íntimos apetitos.

Hambre, y el monstruo quiere atraer a sus fauces esa delicada juventud, quiere olerla, quiere tocarla, quiere oírla como la armonía de esa pieza de violín, tiene que acontecer, no se puede reprimir a la vejez, esa ansia que quiere adueñarse de esa juventud, no le queda más que atreverse a asir ese físico joven, a extenuar lo que quedan de sus fuerzas en desgarrar esas fibras llenas de vida, por lo que antes de que suceda el inminente fin, la obsesión busca arruinar lo establecido como si de vulgares grilletes se tratará y liberar del sufrimiento de la ansia dejando correr esos impulsos encarnizados de tomar, una y otra vez, la sangre de ese manantial de vitalidad.

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