"El destino no significa -se dijo- sino la consumación de la propia vida de acuerdo con algo a lo que uno desea llegar, aunque las formas de esa consumación resulten inesperadas y sorprendentes no sólo para los otros, sino para uno mismo en primer término" Abrigaba una curiosidad enorme por saber cómo iba producirse tal consumación y al mismo tiempo esto le causaba pena, una especie de vergüenza, como si fuera el goce de un bien inmerecido. (...)
Porque el problema consiste en soportar, resistir la verdad interna de uno mismo, aunque esa verdad sea mentira.
"Resistir la verdad -pensó Gregorio- es el planteamiento justo de la cuestión, porque la verdad es el sufrimiento de la verdad, la comprobación no tanto de si esa verdad es verdadera, cuanto si uno es capaz de llevarla a cuestas y consumar su vida conforme a lo que ella exige".
Construía en su imaginación el atormentado y torturante mundo de los hombres, y a medida en que ello cobraba consistencia y límites dentro de su espíritu, se iba sintiendo más y más conturbado, pero en cierto sentido con placidez, con algo semejante a un gozoso sufrimiento y también con ciertos deseos confusos, ciertas nostalgias y una especie de necesidad dolorosa de que
"Soportar la verdad -se le ocurrió de pronto- pero también la carencia de cualquier verdad." En esos momentos el ruido de la cerradura, en la puerta de hierro, lo hizo volverse. La puerta se abrió con estrépito y una ráfaga de luz hirió el interior de la celda. Ahí estaban otra vez los verdugos. Gregorio no se movió. Lo conducirían a otro sitio, sin duda para torturarlo nuevamente.
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