Michael, el joven que aprendió el acto de amar con la criminal Hanna Schmitz, queda atrapado en su pasado, parecerá que es fácil superar un hecho ya vivido, pero regresa y se posiciona en el presente, en el futuro de la persona que ya no quiere recordar eso ya lejano.
Schlink con mucha elegancia nos muestra que el remordimiento es una losa muy pesada, y que se debe estar acostumbrado a llevarlo a cuestas, es imposible rodear y escapar de lo que hace sentir a uno culpable, como también es imposible olvidar el amor que se tiene por alguien aunque pase mucho tiempo.
En el recorrido de Michael por ese pasado, se pregunta: ‘Pero, ¿para qué asegurarse que la ciudad sigue allí?’, es mejor la retirada, escabullirse, esconderse, pero es imposible, tarde o temprano, el pasado se impone frente al presente o futuro.
Hanna, una mujer inteligente (aprendió a leer por sí misma), sabe que una forma de olvidar los remordimientos es soñar, y los libros, las lecturas que recibe de ellos, le proporcionan ese goce de escapar de esa realidad opresiva, contaminada, donde le toca vivir.
Hanna, analfabeta, no es ignorante, no es inútil, y aquí punza lo delicado, nunca aceptará que no sabe leer ni escribir, porque dentro de su carácter muy peculiar, ella quiere manifestar que con otro destino ella pudo llegar a tener una biblioteca como el papá de Michael o como el juez que la condena, Hanna está en posición de uno a uno con cualquiera, y no admitirá la discriminación, tanto es el recelo de Hanna por su posición digna de par con cualquier ser humano, que ella siente que se ha equivocado al verse arrastrada al bando nazi y haber perpetrado crímenes que no tienen justificación, y se suicida.
Michael no quiso intervenir cuando sabía que Hanna era analfabeta, tanto atormenta a Michael ese secreto que busca consejos, y le dicen lo que para ti es conveniente, para el otro no puede serlo, y más allá su padre manifiesta que no poder ayudar a sus hijos se le hace insoportable, así como la Biblia cuenta de Abraham ante el sacrificio de Isaac, y el ser humano se encuentra siempre ante esa elección que modifica su vida.
Pero Michael ya no puede concentrarse en el estudio, los profesores, los libros, es preso del insomnio como Hanna, y aquí comparten esa condena de creer que son culpables y no poder remediar ya nada.
Michael decide no tener intromisión en el juicio a Hanna, y a pesar de la ingenuidad que tenía Hanna sobre los crímenes del nazismo, ella quiere abrir los ojos y se enfrenta a los libros que cuentan el horror, Hanna come del fruto del saber y se condena con el sufrimiento que le provoca saber que ha pecado. Pero obedecer era la consigna, y como un verdugo, sin escrúpulos cumplían los mandatos, y tenían esa peligrosa indiferencia ante las personas, donde se encierran en un ensimismamiento que los protege de pensar en los otros.
Intervenir para cambiar una situación o quedarse al margen y esperar la situación:
‘La Odisea es la historia de un movimiento, con objetivo y sin él al mismo tiempo, provechoso e inútil’.
Y Michael toma el camino de dar la espalda: ‘Anestesiado’ ante el tribunal que juzgaba a Hanna, y sintiendo que ‘algo que no era yo amó a Hanna’, sin embargo, los recuerdos sobrevienen al ver la espalda de Hanna, Michael lee, no en voz alta, con su mirada, lee los recuerdos que le inspiran la cabeza, la nuca, los hombros, el lunar, lee en ese cuerpo de Hanna más maduro, lee ese amor-romance que no ha olvidado.
Pero, ‘se ha dejado pasar el momento justo, cuando alguien se ha negado demasiado tiempo a algo, o se lo han negado, ese algo por fuerza llega demasiado tarde, por más que uno lo acometa con todas sus fuerzas y lo reciba con gozo’, y Hanna se suicida.
Georges Kien, el psiquiatra de París reinstala en su placentera vida a su hermano el sinólogo Peter Kien, prevee que no tenga mayores problemas y confía en su inteligencia, pero Peter Kien sufre una locura incontrolable, sabe que su mente está afectada ya por una enfermedad que él se ha engendrado, se siente en persecución permanente por su fantasmal esposa Teresa, por la policía que no tardara en prenderlo, por los libros que son quemados en el Theresianum y que ya no puede defender, con la envidia propia de su inteligencia decide autoinmolarse con su biblioteca para que no quede en herencia a su hermano Georges Kien, el psiquiatra.
‘Cuando la gente enferma está a punto de morir, se asemeja mucho a los locos’ La herencia del padre de los hermanos Kien fue utilizada la mitad en libros muertos, la mitad en un manicomio. Y Peter Kien decide quemar su parte. ‘¿Quién querría esperar viendo que están en juego su trabajo, su vida y sus libros?’ ‘¿Qué puede importarle cómo emplee él, un mortal, su breve y mísera existencia, ya erosionada a medias por el tiempo?’ ‘Los libros valen más que los locos’ ‘Los libros valen más que los hombres’ ‘Si pudiera encontrarme con Afrodita la mataría’ ‘¿por qué habrían de gozar más de la vida que yo?’ Peter Kien, no soporta la realidad que se ha apoderado de él, su inteligencia ha quedado presa de un delirio, él no puede zafarse de la contaminación que ha entrado a su mente, para él las pesadillas son algo permanente y no quisiera ver ‘la falda azul’ por ningún motivo, Kien trata de explicarse, de comprender lo que le ocurre, pero su mente divaga y nunca puede concentrarse para descifrar lo que lo atormenta, él sabe que la causa de todo es haberse involucrado con Teresa la analfabeta, y que su locura se ha vuelto más grave al abandonar su biblioteca, él es metódico, ordenado, y de pronto se ve expulsado de su Paraíso, y luego se ve atrapado para constatar que la muerta regresa a la vida, y él con su lucidez no puede permitirse que lo imposible lo atormente, y así con su biblioteca en la cabeza el pobre Peter Kien está envenenado, cualquier acción que quiere realizar se ve embrujado por ‘la falda azul’, una femme fatale que ha reducido su correcto proceder de erudito a un cobarde suicida que decide quemar sus libros. Porque Peter Kien recorre toda la cultura en sus escritos, y sabe, cuenta con el conocimiento en su cabeza, y por un descuido de querer proteger sus libros, se ve atrapado por esa ‘faldita azul almidonada’, fatal mujer fatal, y también recorre La Odisea y diserta sobre Calipso, Nausicaa, Penélope, Circe, y llega a la conclusión de que por dónde se escabulló Teresa para demoler el sólido edificio de su mente privilegiada. Pero, ya no puede resistirlo, su mente se ha partido, y una parte quiere seguir jugando con las ilusiones y es muy fuerte, porque quiere vencer a ‘la faldita azul’ cuando él es un hombre de libros que no tiene los puños del Gato Rojo, y en esa confrontación el erudito Peter Kien no tiene salvación: debió de dedicarse a no apartar su vista de los libros.
Hanna se da cuenta de sus crímenes, se suicida, Peter Kien no soporta la pesadilla de un crimen que no cometió pero que se imagina haber provocado, Peter Kien no soporta haber conocido la realidad y la existencia de ‘Cerdos’ que devoran libros y gente que va a entregar sus libros a esos ‘Cerdos’, Peter Kien sabe que ya no soporta su propia mente porque ya no puede concentrarse en su trabajo y se suicida con gusto, y su crimen fue en sueños matar a la mujer fatal, la de la ‘faldita azul’ que se le aparece como fantasma y no le dejaba tener la conciencia en paz.
Peter Kien nunca se da cuenta si su crimen existió, se volvió loco, y arrasó quemando lo que más quería, sus libros, y evitó ser confinado en el manicomio de Georges Kien, que en su locura Peter Kien había manifestado la preferencia de quemar al manicomio a la absurda idea de quemar una biblioteca, porque ¿qué valían los locos a comparación de los libros? Triste final para Peter Kien: él mismo quema sus adorados libros, como profetizó su hermano Georges Kien: en un momento de gloria podrías quemarte con tu biblioteca: la gloria para Peter Kien significó su plena locura: juego de ironías, manicomio sin Peter, sabio-profeta Georges sin hermano… y érase una vez una femme fatale de ‘faldita azul’… y colorín colorado la biblioteca de Peter Kien se ha acabado.
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martes, 19 de mayo de 2009
PESADILLAS Y SUICIDIO EN SCHLINK Y CANETTI
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