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IL POSTINO

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martes, 2 de noviembre de 2010

COMPARTIENDO LA COMIDA CON LA MUERTE

Primero habría que empezar con el guajolote que era alimentado cada día, esperando cada día siguiente que alguien lo alimentará, tenía una seguridad de que sería alimentado, hasta que un día en lugar de ser alimentado se volvería la comida para servir a la mesa de sus benefactores.
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En Estados Unidos, existe esa tradición de comerse un pavo gordo, alimentado para ser sacrificado ese Día de Acción de Gracias.
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Lo crítico del guajolote o pavo es que siempre vivía con la confianza de que nada le pasaría hasta que un día fuera de la normalidad, era asaltado por lo inconcebible, ya no comería porque ya no estaría en este mundo, quizá se va como un mártir inocente o como alguien que comprendió al final de su vida que había vivido en el error o que había puesto su vida en una rutina que nunca le permitió siquiera atisbar su fin.
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El "pícaro diablito" con su dinero fue rechazado, ya que Macario quería comerse solo el guajolote que representaba la felicidad, y no deseaba compartirla.
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La "mosquita muerta" disfrazada de hábitos religiosos, le da sermones religiosos con el fin de que compartan el guajolote, pero Macario quería comerse solo el guajolote que representaba la felicidad, y no deseaba compartirla.
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La Muerte, digna de lástima, con una apariencia de haber pasado por hambre, causa la compasión de Macario, quien comparte el guajolote con quién definirá cuando será llevado al más allá. La Muerte, gustosa, come guajolote, y como premio a la buena voluntad de Macario, le dice que tendrá muchos días felices gracias a la comida tan sabrosa que se han dado, pero que un día La Muerte vendrá por Macario y será cuando se encuentre en un éxtasis de felicidad, y aunque Macario se encuentre reacio a irse, La Muerte se lo llevará.


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