El artista -como se le llega a llamar- deja de ser el artesano o el ejecutante subordinado a la aprobación del público.
La única referencia del artista
es
él mismo
o
alguna fuerza trascendental
que -o quien- le ha ordenado su empresa,
y sólo el artista, y nadie más, es digno de juzgar su empresa.
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