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IL POSTINO

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jueves, 10 de marzo de 2011

PRELUDIO A FUGA SONATA TOCATA

La uniformidad de la obra maestra para ser representada para compartir a auditorios, pero surge la duda si representa al pianista. Siempre tratar de repetir lo que hicieron los grandes: Beethoven, Mozart, Schubert, Schumann, y el pianista sometido a seguir la partitura, pero representa cierta melodía lo que siente o está reprimido a seguir sin error lo que ya ha sido escrito por un genio musical. La introducción de la música clásica ha costado por esa pérdida del vínculo entre el espíritu que se vive con la música y el desgane que se vive con la situación real prevaleciente, es como oponer a la gloria, al éxtasis, la estampa de una cruda, triste realidad.
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La capacidad del pianista para reproducir a los genios, requiere de ensayo, disciplina, vida de encierro concentrado solo en el piano. Sentimientos expresados en piezas musicales, la exaltación del disfrute si el espíritu está preparado, hay pianistas que han tenido frustaciones en experiencias pasadas o los hay quienes han vivido obligados a consumir su tiempo para dar satisfacción a otros, pero a veces el espíritu de las piezas musicales no es comprendido a pesar de los ensayos y la disciplina, porque se requiere haber cruzado por sentimientos intensos para sinérgicamente desarrollar al máximo lo que los genios quisieron expresar.
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El problema de la expresión, siempre envuelve al ser humano en la duda, en el tormento, es más fácil tomar la pista de una melodía y sumarse a lo que otro ejecuta, es notable ese sentimiento de reconocer cuando no se puede proyectar lo que se quiere, hablemos de que hasta las mismas palabras de un idioma o los sonidos de estas palabras no pueden abarcar eso que se quiere expresar. Es gratificante esa actitud de quedarse siempre con tratar de mejorar lo que se hace, de comprender que como un pianista siempre se falla en la interpretación por más ensayo realizado. Pero se resalta que la expresión nunca es perfecta, siempre se orienta a una idea, aunque muchas veces se pierde en la niebla o oscuridad de la representación que en un momento se planeaba. Se toma al clásico para evitar la incertidumbre, sumarse a la cultura o a lo que está en boga, pero no necesariamente se está en disposición de sentir la belleza de la música, ni soluciona la expresión acotada por no querer vivir con intensidad, con ganas de disfrutar esta realidad.
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Y al final el pianista hace la reverencia después de haber reproducido los sentimientos que traía su corazón sin seguir partitura alguna...

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