"Segunda tentativa. El hombre sin atributos da los primeros pasos hacia una moral propia
Pero Ulrich cambió solamente de cabalgadura cuando pasó de la caballería a la técnica; el nuevo caballo era de acero y corría diez veces más veloz.
En el mundo de Goethe, el crujido de las telas era aborrecido como un ruido ingrato; en el tiempo de Ulrich comenzaba a hacerse agradable el canto de las máquinas, el de los martillos y el de las sirenas de las fábricas. No se crea que los hombres se dieron en seguida cuenta de que un rascacielos era más alto que un hombre a caballo; al contrario, todavía hoy, cuando se proponen emprender algo extraordinario, no cabalgan montados en un rascacielos sino en un corcel de mucha alzada, corren veloces como el viento y aguzan la vista, no como un reflector gigante, sino como un águila. El sentimiento no ha aprendido todavía a servirse de la razón; entre ambos hay una diversidad de desarrollo casi tan grande como entre el apéndice del intestino y la corteza del cerebro. Significa, pues, no poca suerte, si se consigue caer en la cuenta, como Ulrich al culminar el período álgido de su vida, de que el hombre, frente a todo lo que precia de digno y noble, adopta una actitud menos moderna que las máquinas.
Al entrar Ulrich en las aulas donde se enseñaba la mecánica quedó entusiasmado. ¿Qué importancia tiene el Apolo de Belvedere, cuando se ponen delante de los ojos las formas nuevas de una turbodínamo, o el mecanismo de distribución de una locomotora? ¿A quién puede interesar la milenaria murmuración sobre las acciones buenas o malas, cuando se ha comprobado que no se trata de "valores constantes", sino de "valores funcionales", de modo que la bondad de las obras depende de las circunstancias históricas, y la bondad de los hombres, de la habilidad psicotécnica con la que se devalúan sus aptitudes? El mundo es muy especial, si se le considera desde el punto de vista técnico, privado de practicidad en todas sus relaciones humanas, extremadamente inexacto y antieconómico en sus métodos; y quien está acostumbrado a resolver sus asuntos con la regla de cálculo no puede tomar en serio una buena mitad de las afirmaciones de los hombres. La regla de cálculo consta de dos sistemas de números y rayitas, combinados con extraordinaria precisión: dos tablillas corredizas, barnizadas en blanco, de sección trapezoidal plana, con cuya ayuda se pueden solucionar en un abrir y cerrar de ojos los problemas más complicados, sin perder inútilmente ni un solo pensamiento: es un pequeño símbolo que se lleva en el bolsillo del chaleco y se hace sentir como una raya dura y blanca sobre el corazón. Cuando se posee una regla de cálculo y viene alguien con grandes afirmaciones y sentimientos, se dice: "Un momento, por favor, calculemos primero los límites del error y el valor probabilístico de todo".
Esto era sin duda una descripción viva de la ingeniería. Constituía el marco de un futuro fascinador, un autorretrato que representaba un hombre de rasgos enérgicos, con una pipa entre los dientes, una gorra sport en la cabeza, y espléndidas botas de montar. de viaje entre Ciudad del Cabo y Canadá, enviado por una casa comercial para realizar grandiosos planes. Entre una cosa y otra puede dedicarse un tiempo a sacar del pensamiento técnico alguna idea para organizar y gobernar el mundo, o para formular sentencias como aquella de Emerson que tuvieron que escribirla sobre las puertas de toda oficina: "Los hombres vagan por el mundo como profecías del futuro y todas sus obras son tentativas y pruebas, pues toda acción puede ser superada por la siguiente". Esta frase, a decir verdad, la compuso Ulrich sirviéndose de otras similares de Emerson.
Es difícil decir por qué los ingenieros no son como les corresponde. ¿Por qué llevan, por ejemplo, tan frecuentemente un reloj con una cadena que cuelga del bolsillo del chaleco y va hasta el botón más alto describiendo una curva abierta y pendiente, o la dejan festonear la barriga en consonancia ascendente o descendente como si se tratara de una poesía? ¿Por qué les agrada hincar en la corbata broches con dientes de ciervo o pequeñas herraduras? ¿Por qué están construidos sus trajes como los elementos de un automóvil? ¿Por qué, sobre todo, apenas hablan de otra cosa que de su profesión? Y si hablan de otro asunto, ¿por qué lo hacen de un modo tan rígido, raro, externo, sin correlación, y hacia dentro no penetra más allá de la epiglotis? Esto no es naturalmente aplicable a todos, pero sí a muchos, y aquellos a quienes conoció Ulrich cuando prestó sus servicios en la oficina de una fábrica, eran así. Se mostraban hombres pegados a sus tableros, amantes de su oficio, poseedores de una habilidad admirable; pero la insinuación de aplicar la audacia de sus pensamientos a sí mismos, en lugar de destinarlos a las máquinas, la hubieran considerado como la posibilidad de hacer con un martillo una monstruosa arma homicida.
Así terminó rápidamente la segunda y más concienzuda tentativa emprendida por Ulrich para llegar por el camino de la técnica a ser un hombre fuera de lo común."
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IL POSTINO
martes, 30 de agosto de 2016
PRIMEROS PASOS HACIA UNA MORAL PROPIA (Der Mann ohne Eigenschaften)
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