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IL POSTINO

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lunes, 26 de abril de 2010

EL PELIGRO DEL "CAUDILLO" MODERNO

Ante el escenario fatal de que Enrique Peña Nieto se vuelva el nuevo Jefe Máximo de la Revolución 'centenaria' si logra triunfar en las elecciones presidenciales del 2012, algunos estudiosos se han encargado de definir las características que posee un "caudillo". El pueblo mexicano no ha valorado en su peso, la diferencia que estriba ser súbdito a ser ciudadano, y lo que implicaría un gobernante con inmensa concentración de poder como fue lo que alcanzó el PRI en las elecciones de julio del año pasado. También no se ha entendido la urgencia en este país de un estadista como Lula, y no un joven envuelto en imagen y marketing que producirá el mismo desaliento que ya sufrimos con "el caudillo electrónico" Vicente Fox.

Aquí va uno de los estudios sobre "el caudillo moderno", muy en boga, para justificarnos la imposición de Peña Nieto.

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Elemento inherente en la Revolución Mexicana: el caudillismo.

La cultura política actual: Bajo interés, baja confianza, no hay exigencia de mejores condiciones políticas.

La búsqueda y posicionamiento del poder.

Dicotomía antes de la Revolución, unos privilegian a poderosos y otros son los sectores desprotegidos.

¿dónde se asienta esta confrontación entre los que son privilegiados y los que son desfavorecidos? En la época porfirista.

El Porfiriato trata de homogeneizar su modelo de dominación, buscan mejorar las condiciones sociales rígidas, imponerle orden y progreso a sectores sociales.

La noción asentada en el Porfiriato, después de la inestabilidad del México del siglo XIX por las invasiones extranjeras, es favorecer la dicotomía protegidos-desprotegidos.

La alta cultura porfirista se emparenta con lo inglés y francés en boga.

El porfiriato se centra en el ejercicio vertical del poder.

Los liderazgos de colectivos se van por el avance o rechazo sobre intentos subversivos o revoluciones.

La Revolución Mexicana en figuras emblemáticas, figuras nominales personificadas.

¿De dónde se privilegian los liderazgos en la Revolución?

Los liderazgos carismáticos son propios de sociedades latinoamericanas.

El pueblo legitima a los líderes carismáticos que pueden ser un hombre público, un hombre católico o un caudillo.

Los valores que tendría que poseer un caudillo son:

1. Ocio, en la búsqueda de legitimar el liderazgo, la capacidad de fiscalizar el tiempo libre para ganar adeptos. Estos líderes no se rigen por un horario, y siempre planifican en qué deben gastar su tiempo.

2. Fastuosidad, buscan proyectar una imagen de excelencia a través de la oratoria. Brindan sensaciones de pertenencia o exaltación al público. Estos líderes demuestran siempre tener la razón. Ellos no tienen contradicciones.

3. Generosidad, muestran públicamente actos de caridad a grupos. Hacen creer al pueblo que son bondadosos. Su interés es ganar adeptos y establecer compromisos deslumbrantes.

4. Dignidad, la imagen de superioridad, la virtud heroica, a partir de la legitimidad de otros se logran apuntalar los méritos individuales del líder.

5. Virilidad, con lo que buscan mostrar la fortaleza por encima de los contrincantes, buscan pisotear al otro. En las primeras décadas del siglo XX quieren mostrar la incapacidad de las mujeres y establecen que los verdaderos liderazgos se encuentran básicamente en varones. (Un tache a Evo Morales y sus teorías de las hormonas femeninas en los pollos)

El respeto, el liderazgo, la legitimación del poder: la legitimación de las prácticas por la búsqueda del carisma.

El ejercicio de los caudillos se institucionaliza en 1917, aunque desde que es instalado el presidencialismo en 1824 se puede hablar de caudillaje, pero como parte del Estado moderno se consolida el advenimiento de caudillos con la Revolución Mexicana.

Es exaltante, apasionante la figura de Lázaro Cárdenas del Río.

Los cinco valores antes mencionados le permiten al caudillo la legitimidad ante el público.

Busca la gente el providencialismo, el dispendio de líderes en aras de conseguir la justicia, la igualdad anheladas.

La cultura política como creencias, valores, sentimientos, que dan el sentido político al sistema político para actuar en él.

Lo parroquial se define como expectativas de poder local, piensan en su propia vida, en sus condiciones inmediatas.

El súbdito es quien es receptivo a las acciones del gobierno, sin participación en modificar el entorno político, pasivamente mantiene el statu quo.

Los cívicos son activos en el ejercicio de poder.

Los clásicos de la cultura política, definen a México como la “política alienada”, los mexicanos son muy apegados al himno, a la bandera, pero no son cuestionadas las acciones de gobierno.

Las prácticas viejas que siguen permeando la política mexicana son el clientilismo y el paternalismo.

Lo cognoscitivo, el interés de la ciudadanía por los asuntos políticos: a la mayoría de mexicanos no les interesan las campañas políticas, y mucho menos les interesa participar en ellas.

La orientación evaluativa, son los juicios y confianza en la política: no hay ninguna confianza, pocos son los satisfechos, la mínima parte contentos, pocos creen en la democracia.

La participación política, lo afectivo: pocos participan, insatisfacción en la democracia.

Existe la percepción de que el líder no toma en cuenta a la gente.

La participación en las urnas es un bajo porcentaje.

Se prestan las condiciones a un régimen fascista al deteriorarse el sistema democrático.

La indigencia y el entusiasmo hacen que se busque a líderes carismáticos (para las masas).

La pobreza y la desigualdad, según Woldenberg, provocan el ascenso de un liderazgo carismático irracional, quien condensa las pasiones primarias.

No importa la propuesta del político, se enfatizan las imágenes, sus gestos, su “carisma”.

El caudillismo, recurso indiscutible de elección de miembros o líderes.

El caudillismo se asentó en la Revolución Mexicana.

Fox, el “caudillo electrónico” y López Obrador “el mesías tropical”.

Se condena a los mexicanos a ser súbditos, ya que no pueden esperar tener una cultura cívica como los europeos.

Se busca en los candidatos de hoy la vanagloración del yo para elegir, que el candidato sea narcisista.

Marketing: el producto es la persona, no lo es el proyecto.

La imagen de la persona y los cinco valores antes mencionados para el “caudillo” moderno.

El mercado favorece la imagen de la persona como si se tratará de un refresco de soda.

El “caudillo”, sería quien gana adeptos para llegar al poder.

Sería un caudillo institucionalizado cuando asume el poder, quién tiene el máximo poder es el Presidente, incesante medir la popularidad del Presidente en turno por las decisiones que tome, saber cuánto vale su imagen en el rating de la sociedad.

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