-Sí -contestó Jones-. No es exactamente que me haya contratado. Fue como si me comprara en una subasta.
-Por lo menos recibirás un salario. Yo trabajo a comisión, hago beber a la gente. ¿Crees que es fácil? Intenta conseguir que un tipo consuma más de una de las horribles bebidas que sirven aquí. Es todo agua. Tienen que gastarse diez, quince dólares para que les haga algún efecto. Es un trabajo duro, te lo aseguro. Lana echa agua hasta en el champagne. Tendrías que probarlo. Luego, anda todo el día quejándose de lo mal que va el negocio. Dice que es ruinoso. Si se tomase un trago aquí de vez en cuando, ya sabría lo que es bueno. Sólo con que entren a beber cinco personas, ya gana una fortuna. El agua no cuesta nada.
-¿Qué ha ido a comprá? ¿Un látigo?
-No me lo preguntes. Lana nunca me cuenta nada. Es curiosa, esta Lana. -Darlene sopló delicadamente por la nariz -. Yo en realidad querría ser danzarina exótica. He estado ensayando un número en mi apartamento. Si lograra que Lana me dejara bailar aquí de noche, podría tener un sueldo fijo y dejar de andar vendiendo agua a comisión. Ahora que lo pienso, tendría que darme algo por lo que aquella gente bebió aquí anoche. La señora bebió mucha cerveza, estoy segura. No entiendo de qué se queja Lana. El negocio es el negocio. Aquel hombre gordo y su mamá no eran mucho peor que la gente que suele entrar aquí. Creo que lo que le fastidió a Lana fue aquella gorra verde tan rara que llevaba encasquetada en la cabeza. Cuando hablaba, bajaba la orejera, y luego la levantaba para oír. Cuando entró Lana, todos estaban gritándole, así que tenía las dos orejeras alzadas como alas. En fin, hacía un poco raro.
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