"Fíjate en esa vieja -musitó Jones a su psique, mientras el autobús saltaba y le arrojaba contra la mujer sentada al lado-. Cree que poque soy negro voy a violala. Está a punto de lanzá su culo de abuela por la ventanilla. ¡Jo! Yo no voy a violá a nadie."
Se apartó discretamente de la mujer, cruzando las piernas, y lamentó una vez más no poder humear en el autobús. Se preguntó quién sería aquel tipo gordo de la gorra verde, al que se veía de repente por toda la ciudad. ¿Dónde aparecería aquel cabrón gordo la próxima vez? Había algo extraño en aquel chiflado de la gorra verde.
"Bueno, así que voy y le digo a ese poli que tengo un trabajo remunerao, que me deje en paz, voy a decirle que he encontrao a una humanitaria que me paga veinte dólares a la semana. Y él va y dice: "Qué bien, muchacho, cuánto me alegro de que te hayas corregío." Y yo le digo: "¡Sí, seño! Y dice él: "Ahora, puede que te convierta en miembro de la comunidá." Y le digo: "Sí, me he encontrao un trabajo de negro y un salario de negro. Ahora ya soy un autántico miembro de la comunidá. Ahora soy un negro real, no un vagabundo. Sólo un negro." ¡Jua! ¿Qué diferencia hay?"
La vieja tocó el timbre y se levantó del asiento, evitando meticulosamente cualquier contacto con la anatomía de Jones, que la veía maniobrar desde el distanciamiento de los cristales verdes.
"Fíjate. Se cree que tengo la sífilis y la tuberculosis y que estoy empalmao y que voy a descuartizarla con una navaja barbera y robale el bolso. ¡Jua!"
Las gafas de sol vieron a la mujer bajar del autobús y quedarse entre un grupo que esperaba en la parada. Detrás de aquella gente había un altercado. Un hombre con un periódico enrollado en la mano estaba pegándole a otro de larga barba pelirroja y bermudas. El hombre de la barba le pareció conocido. Jones se sintió inquieto. Primero aquel fantasma de la gorra verde y ahora aquel individuo a quien no podía identificar.
Apartó la vista de la ventanilla cuando el hombre de la barba pelirroja se alejaba corriendo, y abrió la revista Life que le había dado Darlene. En el Noche de Alegría, al menos Darlene había sido amable con él. Darlene estaba suscrita a Life porque quería cultivarse y, al darle a Jones la revista, había sugerido que quizá pudiera serle también útil. Jones intentó adentrarse por un editorial sobre la política norteamericana en Extremo Oriente, pero lo dejó hasta la mitad, preguntándose cómo aquello podría ayudar a Darlene a convertirse en una exótica, que era el objetivo al que ella había aludido una y otra vez. Pasó a los anuncios, pues eran las cosas que le interesaban de la revista. La selección de aquella revista era excelente. Le gustó mucho el anuncio de seguros de vida Erna, con la fotografía de la maravillosa casa que acababa de comprarse una pareja. El hombre de loción para el afeitado Yardley parecía un tipo rico y desenvuelto. En eso podía ayudarle la revista. Él quería tener el mismo aspecto que aquellos individuos.
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