A pesar de todo no le fue fácil evitar que ella misma le siguiera, y fue imposible convencerla para que calmase su agitación, para que esperase, al menos, manteniendo la compostura hasta que pudiera hablar con él de forma más privada y con más provecho, ya que Marianne seguía incesantemente abandonada a la miseria de sus sentimientos, en un tono bajo, mediante exclamaciones de infortunio.
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IL POSTINO
martes, 23 de julio de 2013
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