- Querida -dijo, al entrar-, acabo de acordarme de que tengo un poco del mejor vino añejo "Constantia" en casa, que haya probado jamás; así que he traído un vasito para su hermana. ¡Mi pobre esposo! ¡Cómo le gustaba! En cuanto tenía un ataque de gota biliar, decía que le beneficiaba más que cualquier otra cosa en el mundo. Déselo a su hermana.
- Estimada señora -respondió Elinor, sonriendo ante la diferencia de dolencias para las que este vino estaba preescrito-, ¡qué buena es usted! Pero acabo de dejar a Marianne en la cama y, espero, que casi dormida, y como creo que nada le hará mejor servicio que descansar, si me lo permite, me beberé el vino yo.
La señora Jennings, aunque quejándose de no haber llegado cinco minutos antes, se quedó satisfecha con el acuerdo, y Elinor, mientras que se bebía la mayor parte del vino, pensó que, a pesar de sus buenos efectos para la gota, eran por el momento, poco importantes para ella, sus poderes de cura a un corazón contrariado podrían ser probados del mismo modo en ella que en su hermana.
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