- Conoce su propia valía demasiado bien para expresar una falsa vergüenza -respondió Edward-; la timidez es sólo el efecto de un sentido de inferioridad en alguna cosa u otra. Si pudiera convencerme a mí mismo de que mis modales son naturales y con gracia, no sería tímido.
- Pero aún así sería usted reservado -dijo Marianne-, y eso es peor.
Edward la miró fijamente.
- ¡Reservado! ¿Soy yo reservado, Marianne?
- Sí, mucho.
- No la comprendo -respondió él, enrojeciendo-. ¡Reservado! ¿Cómo, de qué modo? ¿Qué he de decirle? ¿Qué puede usted suponer?
Elinor observó sorprendida su emoción, pero intentando reírse del tema le dijo:
- ¿No conoce lo suficiente a mi hermana como para saber lo que quiere decir? ¿No sabe que llama reservado a todo aquel que no habla tan deprisa como ella o admira lo que ella admira tan efusivamente como ella?
Edward no respondió. Su seriedad y reflexión volvieron a él en su extensión más amplia, y durante un buen rato estuvo sentado en silencio y apagado.
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IL POSTINO
jueves, 18 de julio de 2013
PERO AÚN ASÍ SERÍA USTED RESERVADO
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