(...) y Elinor, a pesar de las dudas ocasionales con respecto a la constancia de Willoughby, no era capaz de presenciar el embeleso de radiante esperanza que llenaban por completo el alma de Marianne y tintineaban en sus ojos, sin pensar cuán anodinas eran sus propias perspectivas, cuán sombrío su propio estado de ánimo en comparación, y con qué gusto se uniría a la situación de Marianne si tuviera el mismo objeto de júbilo a la vista, la misma esperanza de alegría. Un corto, muy corto período de tiempo decidiría cuáles eran las intenciones de Willoughby, ya que con toda probabilidad estaría ahora en la ciudad. La impaciencia que tenía Marianne por irse declaraba su seguridad de encontrarle allí, y Elinor había resuelto, no sólo a arrojar nueva luz en torno a su carácter, cosa que su propia observación y la inteligencia de otros podía otorgarle, sino también observar su comportamiento en relación a su hermana con una atención tan ferviente como para asegurarse de lo que él era y de qué quería, antes de que muchos encuentros tuviesen lugar. De ser el resultado de su observación desfavorable, estaba dispuesta a abrirle los ojos a su hermana como fuera, si no sus esfuerzos serían de una naturaleza diferente... Entonces aprendería a evitar todas las comparaciones egoístas y a proscribir cualquier reproche que pudiera disminuir su satisfacción de ver feliz a Marianne.
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IL POSTINO
martes, 23 de julio de 2013
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